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El despreciado tesoro de un idioma común

En defensa del español y en contra de los experimentos lingüísticos

Recientemente pudo verse en el cine una película de producción francesa: "Una razón brillante". No solo por su ambientación universitaria, es una lección magistral que invita a la reflexión. Puede realizarse su lectura desde varias vertientes, entre las que destaca la importancia del idioma como instrumento de ingeniería social. La protagonista es una chica árabe, residente de un barrio marginal de París poblado de inmigrantes, ya de segunda generación. La joven quiere mejorar su posición social y estudiar para llegar a la respetable profesión de abogado. Eso le causa conflictos con otros jóvenes del barrio, que no se esmeran en aprender el francés correctamente y se conforman con seguir siendo ciudadanos franceses de segunda clase. A la ambiciosa (en buen sentido de la palabra) estudiante la llaman despectivamente "la francesa", mientras ellos se jactan de hablar incorrectamente el idioma del país que los vio nacer. La película es una clara evidencia que para ser considerado francés es necesario hablar correctamente el idioma, pronunciarlo bien, escribir sin errores ortográficos, tener el porte correcto y adecuado. Es el distintivo de un país orgulloso de su cultura.

En el año 1492 la unificación política de la "piel de toro" trajo consigo la desaparición de los reinos de taifas, además de la unificación lingüística, que fue transmitida a los países del continente suramericano. Algo parecido sucedió en la India, donde se hablan más de 20 idiomas, pero gracias al inglés puede entenderse la gente de los diversos estados, además de haberse facilitado la industrialización del país y el aumento de sus relaciones comerciales a nivel mundial. Resulta obvio que una lengua unificadora constituye una gran ventaja, aunque solo sea por el placer de viajar a América Latina, donde en cualquiera de los países (excepto Brasil), ¡es posible entenderse en español!

El idioma "español" se conoce con este nombre en el resto del mundo, como la lengua de los habitantes de España. Sin embargo, es en América del Sur donde resulta más rica y mejor hablada, con un gran número de escritores (varios Premios Nobel) que han contribuido a la riqueza literaria. Una vez "exportado", el idioma ya no necesita de los españoles para sobrevivir. Muy a pesar nuestro, aunque la constitución española vigente garantiza el uso de un idioma común en todo el Estado, la ley no se respeta, quizás porque no hubo tiempo de leerla. Puede ser por eso que un intelectual español, el profesor José Manuel Roldán, ha dicho: "El problema catalán viene del egoísmo de los payeses catetos" ("El Mundo", 2 diciembre 2017).

En España es característica la tendencia a desfigurar las palabras, fruto del descuido en su pronunciación. Y así Roland, el malogrado par de Carlo Magno, se transformó en Roldán; en vez del podio se dice poyo (p. ej. "El poyo de Roldán" en el Camino de Santiago por Navarra, del cual algunos peregrinos extranjeros al desconocer las matices de tal palabra hacen erróneamente "la polla de?"). Se habla de las invasiones de Almanzor en vez de Al-Mansûr, de Pelagio se hizo Pelayo, de Eulalia Olaya, de Gabriel "Grabiel", la localidad belga de Bruge (que significa puente) se transformó en Brujas; el Ecce Homo se transformó en "Ceomo" de una localidad castellana, etc. En la película comentada anteriormente se dice: "La ignorancia es fruto de la pereza del cerebro", y es que la lucha por el idioma correcto es la lucha por el país y su cultura.

Otro despropósito son los paneles indicadores de carretera con tachaduras. Un extranjero puede confundir el topónimo "Iruña" con "Irún". Los peregrinos del Camino de Santiago por la Costa del Norte deben ser advertidos que en su itinerario pasarán por las regiones con diferentes lenguas: vascuence, gallego y palabras aisladas en los diversos bables y que, por ejemplo, Gijón y Xixón es la misma localidad. Resulta irónico que si se aprende la lengua española no vale la pena venir a España para practicarla. Resulta más práctico que el turista "chapotee" su inglés para comunicarse con otros turistas, porque ya no se podrá hablar con los nativos en un idioma importante. Más aún, los experimentos se realizan con los niños, para prepararlos "mejor" para el futuro, cuando en realidad se verán limitados en sus posibilidades al entorno en que se habla "su" idioma. España volverá de nuevo a los reinos de taifas.

Una situación parecida se daba en Francia, en la que los reyes tenían serias dificultades para dirigirse a sus tropas, porque los soldados de origen campesino hablaban exclusivamente alguno de los 33 dialectos de sus "patrias chicas". Fue el abad Grégoire, un revolucionario republicano, quien en 1794 escribió un informe para "aniquilar los dialectos y universalizar el uso del francés" (el francés parisino). El informe fue aceptado por la Convención Nacional de la Revolución que lo impuso como idioma oficial y esa es la razón de la homogeneidad de la lengua francesa en todo el país. Un idioma común es la base de la comunicación, del comercio, del intercambio cultural, de la educación, del perfeccionamiento profesional, de la competitividad y por tanto para promover la mejora en todos los aspectos de la vida.

A partir de la mítica Torre Babel, siempre hubo una tendencia humana innata a buscar un idioma común para poder comunicarse. En diferentes épocas históricas servía para estos fines una lengua franca: griego, latín, francés y actualmente el inglés. También hubo el intento de un médico oftalmólogo y lingüista polaco, Ludwik Zamenhof, que creó un idioma sintético, el esperanto, basado esencialmente en la lengua española, la más hablada después del chino. Por ello fue nominado hasta doce veces al Premio Nobel de la Paz. Sin un idioma común no hay igualdad entre los ciudadanos, que les conduce finalmente al paro ante la falta de inversiones en un entorno que no se entiende, el bíblico derrumbe de la Torre Babel.

El negocio del idioma lo han entendido muy bien en Cataluña. A pesar de fomentarse el catalán a todos los niveles como idioma único, sus cursos de español para extranjeros son los que más se anuncian en las universidades de Estados Unidos y de Europa.

Habría que dejar lo abstracto, surrealista e incluso lo absurdo a la libertad del arte, sin hacer experimentos con la unidad del país y de su idioma. Aunque, a lo mejor, con esas convulsiones aparecerá finalmente un abad Grégoire.

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