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Lo que hay que oír

Francisco García Pérez

Seis libros de regalo

Lecturas para el verano que ya llega de algunos autores asturianos de nacencia o avecindamiento

Algunos autores asturianos de nacencia o avecindamiento me regalan los libros que acaban de sacar y que aconsejo como lecturas para el verano que ya llega. Si nosotros no promocionamos lo de aquí, ya me contarán quién va a venir a sacarnos los ejemplares de los escaparates. Nada que envidiar a muchos editados en otros lares. Cada uno con su punto, y tal como los he leído los comento para que lo pasen bien con ellos. Leo en un par de horas "El conferenciante", donde Javier García Cellino recopila casi una docena de relatos, muchos premiados aquí y allá: más allá que aquí por ser de la Cuenca el autor. Los liga un hilo común que el título revela. Sigo con mucha atención sus mundos o ese mundo raro donde sitúa sus ficciones, y en el que lo mismo puedes encontrarte a un espía jubilado o a una pareja de nazis que a un maestro ajedrecista (acaso el mayor maestro ajedrecista que en el mundo ha sido) o a "un muñeco de figura humana". Subrayo un adjetivo ("vidriosa") que acierta a rematar de modo exacto un párrafo: "un cómputo de tiempo que, en ocasiones, había exudado para él una vidriosa melancolía". Más tiempo gozoso me lleva "Un abuelo de cine", del médico y escritor Manuel Herrero Montoto, a medias con su singularísimo abuelo Modesto. Las espléndidas imágenes con que se ilustra el libro valen ya para una tarde entera de contemplación. Y ese recrear la infancia maliaya del prodigioso ascendiente, esas "caxigalinas" que llenan su época formativa, esa Cuba de entreguerras y la Guerra Civil hacen imposible dejar tal galería de personajes, casos y cosas, de coplas o del primitivo cinematógrafo, qué sé yo cuánto y tan rico. Y ojo al mismo tacto del libro, al palpar de sus hojas. Escojo el lamento ansioso y medido del genial piloñés al desembarcar en Cuba: "¡Yo sé lo que vengo a traerte, a ver qué me puedes ofrecer tú!"

El mítico librero, escritor y montañero ovetense Alberto Carlos Polledo Arias me regala "En la intimidad", un libro compuesto por lo que él mismo califica de "relatos mínimos". No hay que leerlo seguido, no es menester ni aconsejable. Hay que administrárselo en las pequeñas dosis en que está escrito. Si se tiene sobre la mesita de luz (que dicen allende), estas reflexiones de ficción o de recuerdos o de historias tan breves como para ocupar una sola página cada una valen para inducir al sosiego, al ensueño: nunca al sueño. Y no quiten la vista de las fotos (también del autor: valen un mundo). Escojo un fenomenal remate, con el narrador dirigiéndose a sus nietos, tal vez arrepentidos por no haberlo escuchado y por ello sintiéndose "huérfanos de mi sombra". Redondo final. De un tirón sí puede y tal vez se deba leer "El viaje de Abraxas", del lacianiego (la Asturias irredenta, ay, donde moré en los 80) Armando Murias. Un hombre que fue de todo en todos los oficios, que hizo todo y acabó por doctorarse en Filología y abrazar la enseñanza y la literatura y una muy sugerente obra filológica. Abraxas, el dios que mezcla las dos caras de todas las vidas. ¿Quieren ustedes crímenes, leyendas, el Camino de Santiago, una puta y un acompañante viajeros desbocados, una novela negra (si se desea) con una prosa vivísima y desacomplejada, llena de vigor y diálogos de quien sabe escuchar bien? Escojo una gradación que me llenó de gusto: "Nos metimos en la piscina con el sigilo de unos cocodrilos, relucientes los ojos, brillantes los dientes, agradecido el cuerpo entero". Y, claro, "La mariposa en el mapa", de Jorge Ordaz, magistral: como salgo yo en ella, soberbia sería extenderme más. Y les dejo, que me voy con "El inventor de sueños" del ovetense Adolfo Casaprima Collera, premiado por formidable jurado: acaba de entregármelo el cartero y a la maleta de lecturas veraniegas va.

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