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Vicente Montes

Apuntes De Mecánica Política

Vicente Montes

No son las minas: es todo lo demás

La frase de la ministra Ribera de que "el carbón tiene poco futuro" apenas tiene que ver con la minería y afecta al conjunto de Asturias

Era de esperar que el gobierno de Pedro Sánchez hiciese de las energías renovables una bandera y que quiera pisar el acelerador para el cierre de las centrales térmicas, pero no que la flamante ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, resumiese esa tránsito a un modelo energético más verde con una frase lapidaria pronunciada nada más tomar en la mano la cartera de su área: "El carbón tiene poco futuro". La expresión ha caído como un mazazo en Asturias, pero no por la minería, más que nada presente en el imaginario asturiano, sino por los efectos energéticos de una clausura de las térmicas sin medir bien los económicos.

La frase puede inducir a confusiones. La ministra no se refiere exclusivamente a las minas, que también, sino al carbón como materia prima de la que obtener electricidad, aunque es evidente que ambas cosas están ligadas: sin centrales térmicas las minas de carbón son totalmente inútiles. Pero en el fondo son dos cuestiones distintas.

La minería de carbón en Asturias y León tiene los días contados y sobre eso poco margen hay. Tal y como desveló esta semana LA NUEVA ESPAÑA, Hunosa ya tiene perfilada esa extinción. Lo único que cabe debatir es cuán larga será la agonía del sector extractivo hullero. Los planes que hay sobre la mesa permiten prolongar hasta 2025 la actividad, pero esa decisión persigue más que nada evitar traumas laborales en las plantillas, por cierto muy reducidas en comparación con las de décadas atrás. En cualquier caso, se trata de una cuestión menor en la llamada "descarbonización" que lo que realmente persigue es poner fin al uso energético de combustibles sólidos para producir electricidad por su impacto contaminante y como emisor de dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero que contribuye al cambio climático.

El sindicato minero SOMA pone el acento en la defensa del "carbón nacional", que en realidad pesa poco o nada en el problema de fondo: el energético. Se trata en cierto modo de un trampantojo. Dar la impresión de que el sector minero ha logrado cierta redención es relativamente sencillo a la par que simbólico. La producción íntegra de carbón de Hunosa se consumirá (190.000 toneladas en tres años, según los planes de la actual presidenta, Teresa Mallada) en la producción de electricidad en una pequeña central de apenas 50 megavatios. Para hacerse una idea de su relevancia, el conjunto de las centrales térmicas asturianas suman casi 3.600 megavatios.

Por tanto, hablar de carbón es, en muy menor medida, referirse a las minas. En realidad es hablar de todo lo demás. Y ese "todo lo demás" hace que los actores (políticos, empresariales y sindicales) miren con recelo e inquietud a la nueva ministra de Transición Ecológica, hábil conocedora de los entresijos de las negociaciones para la reducción de emisiones que contribuyen al cambio climático. El discurso de que enterrar las térmicas sin medir los efectos puede ser traumático para Asturias comienza a concitar un frente de rechazo. Y solo se percibe menos énfasis en la FSA de Adrián Barbón y en el SOMA. ¿Una paradoja? No, la mayoría del PSOE alineada con Pedro Sánchez intenta ganar tiempo, aunque posiciones tibias sobre este asunto serán difíciles de sostener si el Gobierno central va adelante con sus planes.

Nadie duda de que el futuro pasa por erradicar el uso energético de los combustibles sólidos y por potenciar las renovables. Pero, ¿es eso posible ahora sin consecuencias? Y ¿estaríamos dispuestos a asumirlas?

Quizás tenga razón la ministra al afirmar que se han perdido años valiosos y que se debió apostar por una diversificación en los territorios mineros y por una reforma del modelo energético que evitase que nos pillase el toro de las exigencias ambientales.

El problema reside ahora en las condiciones en las que se garantizará el suministro eléctrico una vez que cierren las térmicas. Casi el 70 por ciento del total de energía generada en Asturias procede de las centrales térmicas existentes, que se alimentan de carbón importado y que entra principalmente por El Musel. Del conjunto de la energía que se gasta en el Principado, más del 65 por ciento se debe a la industria.

¿Qué consecuencias tendría pretender sustituir con relativa urgencia las térmicas (instalaciones ya prácticamente amortizadas) por nuevos sistemas como las centrales de ciclo combinado o las renovables? Lo lógico es esperar una subida en la tarifa de la luz porque el sistema de precios en España otorga, en función de los costes, un mayor valor a este tipo de fórmulas de generación. Es cierto que algunos expertos creen que no tendría por qué encarecerse el recibo, pero el hecho de que haya discrepancia sobre las consecuencias ya es motivo más que suficiente para estar en alerta.

Existe un delicado equilibrio entre tres variables que permiten que las grandes empresas mantengan su actividad en Asturias: las condiciones de producción, los costes y la mano de obra. Aumentar uno de ellos puede hacer que su presencia en el Principado deje de tener sentido. Un ejemplo está en Alcoa: la planta avilesina prácticamente sobrevive porque las subastas por la interrumpibilidad le permiten compensar el coste de su factura eléctrica. Una mínima subida tendría consecuencias letales. Otro tanto ocurre con grandes empresas de alto consumo como Arcelor o Azsa, incluso con otras firmas en las que paradójicamente el SOMA tiene relevancia sindical como Química del Nalón o Corporación Alimentaria Peñasanta (CAPSA), para las que un encarecimiento de la luz implicará efectos negativos. Ante este escenario, alguien podría pensar en buscar fórmulas para ajustar el precio de la luz industrial, pero eso supondría encarecerla a los hogares.

Sea como sea, la impredicibilidad del escenario debería invitar a la cautela. Otro dato: la llegada del gobierno de Pedro Sánchez y su política a favor de incrementar a toda costa el peso de las renovables ha propiciado la subida de las acciones de las empresas eléctricas. Eso ya debería ser un buen indicio de quién tiene las mayores expectativas de ganar con el nuevo modelo.

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