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Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

La trituradora rojiblanca pide carne

La preocupación del Sporting pasa por la continuidad de Torrecilla y no por la de Baraja

Gradas que empezaron a vaciarse antes del descanso, impotencia en el césped, desgana en la afición, mudanzas en bolsas de basura en Mareo... Estas son algunas de las imágenes que ha dejado en las últimas horas la pesadilla en la que se convirtió para el Sporting el play-off de ascenso a Primera. La temporada ya es historia. Toca analizar lo ocurrido y poner notas. A ver qué dice Torrecilla, el diseñador de la plantilla, al que se le espera mañana para que valore lo ocurrido y adelante las líneas maestras del Sporting de la próxima temporada

Más menos se intuye por dónde irá después de escuchar lo dicho por Baraja tras el fiasco ante el Valladolid: que el cambio de entrenador funcionó, que el problema fue el lastre de aquel maldito mes de noviembre, que el Sporting fue el único equipo de los recién descendidos que peleó por el ascenso hasta el final, que hubo fichajes que funcionaron muy bien...

Todo cierto. Lo mismo que lo es que el director deportivo contó con uno de los presupuestos más elevados de la categoría que le permitió intentar deshacer los entuertos en el mercado de invierno que fue incapaz de resolver en verano. Y aún así no fue capaz, por ejemplo, de encontrar un jugador de un perfil distinto, de creación, para el centro del campo para complementar el muro de Sergio y Bergantiños. En este punto hay que darle la razón a Paco Herrera, que desde el primer día en Gijón aseguró que al equipo le faltaba fútbol y un líder. Hay trabajo por delante porque este verano toca hacer un equipo nuevo ya que con lo que queda no da.

Y luego está por ver quién va a gestionar la nueva plantilla. En el club -por el momento- no hay dudas sobre la continuidad del Pipo. Esto no quiere decir que si el pucelano quiere irse -suena con fuerza para el Málaga- en la planta noble de Mareo vayan a derramar muchas lágrimas. Más bien ni una. La única preocupación es que no se vaya a ir Torrecilla, al que se le considera un director deportivo de Champions. Y es que la calle pide sangre, quizás acostumbrada a la trituradora de jugadores, entrenadores y directores deportivos en la que se ha convertido el club en los últimos años. Y el pulgar condenatorio hacia abajo del pueblo señala al técnico a la vez que suspira por Muñiz o que se dé una oportunidad a José Alberto. Sí, el mismo Muñiz que se fue del club cuando entrenaba al juvenil por no dejarse hacer las alineaciones por el director deportivo de la época.

La etapa de Baraja en Gijón ha sido como la imagen del equipo: una montaña rusa. El Pipo aterrizó entre la indiferencia y la frialdad. No convencía mucho por su corto currículo. Pero llegaron los resultados, El Molinón se convirtió en inexpugnable, el Sporting se puso en lo más alto y Baraja, que logró sacar de la depresión al equipo que dejó Herrera con mucho sentido común, iba camino de entrar en el Olimpo rojiblanco hasta que todo se vino abajo. Se vio que con Jony no bastaba, que no había plan B y que no se confiaba en la segunda unidad o, simplemente, es que no vale. Es significativo, aunque decirlo enfade a Baraja, que un lateral como Lora -que la última vez que jugó fue en octubre- apareciera como la gran solución en los partidos más importantes del año. Esto no será Valencia, no se habrán perdido finales de Liga de Campeones, pero en Gijón hubo alguna que otra tarde de gloria.

Lo que no se le puede negar al técnico es que se molestó en llegar a Gijón con la lección aprendida: mensajes de cariño a la Mareona y subir a entrenar con el primer equipo a todos los guajes posibles. Luego, lo de ponerlos a jugar, salvo por obligación, ya es otra historia. Aunque en esto Baraja -con una relación con el técnico del filial distante- no es el principal culpable, sino la incapacidad del club para definir de una vez cuál debe ser su filosofía. Eso sí, si se decide que ésta pase por apostar de verdad por la cantera y completar el dibujo con un par de fichajes top, lo que no vale luego es ponerse a bramar en El Molinón si no se logra meter la cabeza arriba desde el primer día. Habría que desenchufar la trituradora y armarse de paciencia. Y dramatizar lo justo, que la cuenta corriente está saneada, el vestuario va a quedar limpio y se podrá empezar casi desde cero sin pesados lastres.

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