La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Cuervo

Un millón

Javier Cuervo

Malversó, prevaricó, etc.

Ahora podemos decir que Iñaki Urdangarín -exduque de Palma, marido de Cristina de Borbón, hermana del Rey Felipe VI e hija de los Reyes Juan Carlos I y Sofía- malversó, prevaricó, defraudó a la Administración, burló por dos veces a Hacienda y traficó con influencias por ser él quien llegó a ser. La Audiencia de Palma le condenó también por un delito de falsedad en documento público cometido por funcionario, pero -por la ley de la gravedad judicial "lo que sube baja"- al Tribunal Supremo no le parece demostrado. Son cinco meses de cárcel menos. De 75 a 70.

Urdangarín todavía está a diez meses de condena para librarse de entrar en la cárcel, como hasta ahora. La mitad del cine de terror estadounidense de los ochenta solventó cómo meter a los adolescentes en la mansión gótica con el argumento "una fuerza misteriosa me ha atraído hasta aquí". Lo de Urdangarín y la prisión es así, pero al revés. La cárcel y él se repelen. Para la sociedad, la clave -es decir, la llave- está en esa puerta. Las cosas que se niegan a entrar están en el origen de muchas frustraciones.

Desde ayer, su esposa no es responsable de delito contra la Hacienda Pública, lo que le ha rebajado la multa casi a la mitad. Al 50% está también Cortefiel y aún no empezaron las rebajas. Si Cristina toma lo que le acaban de descontar y lo gasta todo en ropa de esos almacenes, le sale casi gratis. Si le regala ese vestuario a su marido (en la prisión española no hay uniformes), el Tribunal Supremo no será capaz de ver que Urdangarín se beneficia de ello.

Es verdad que la justicia es igual para todos. A Iñaki le juzgaron como ciudadano sin condenar los daños sociales de descrédito que produjo a la Corona su rap monárquico, mucho más destructivo que el antimonárquico de Valtònyc.

Compartir el artículo

stats