El equipo municipal de gobierno de Gijón no ha sabido capear el temporal de la crisis desatada por la aparición de manchas contaminantes en el litoral que han afectado al principal referente turístico de la ciudad, la popular playa de San Lorenzo, una de las más concurridas de la región. Las adversas condiciones meteorológicas de las últimas semanas, con tormentas y frecuente aguacero, el estado en calma de la mar han hecho aflorar un grave problema de difícil solución: el vertido de desechos fecales a la playa desde los aliviaderos del Piles que obligaron a prohibir el baño en varias ocasiones en los últimos 15 días. El mar es una gran centrifugadora pero no un vertedero que lo traga todo.

La gestión de una crisis que llena de preocupación a los bañistas del arenal y a los sectores locales que deben buena parte de sus ingresos anuales al turismo comenzó rematadamente mal desde su inicio, a finales de mayo, cuando un grupo de surfistas denunció a este periódico malos olores y presencia de heces en el agua de la playa de San Lorenzo. El Ayuntamiento no sólo desatendió las primeras llamadas de alerta sino que las minimizó. Y lo que es peor, no analizó las aguas para confirmar o desmentir la denuncia de los surfistas. De tal manera que se tiene constancia de una veintena de casos de episodios gastrointestinales e irritaciones de ojos y piel tras bañarse sin el aviso de que las aguas estaban contaminadas, como confirmaron análisis posteriores.

A la vista de ese primer error, que por fortuna para la Alcaldesa y su grupo no se ha saldado con ninguna denuncia de afectados a causa de semejante negligencia, el equipo de gobierno ha ido enmendando su actuación con mayor transparencia, dando explicaciones a los grupos políticos o y a los sectores afectados y acordando un protocolo de actuación sorprendente: imponer el cierre de la playa durante cuarenta y ocho horas cuando se den las circunstancias meteorológicas y el estado de la mar que ocasionaron la crisis por la apertura de los aliviaderos del Piles a causa de la sobrecarga de la red de saneamiento. En un verano que se anuncia de inestabilidad atmósferica, ¿se imaginan el drama que puede suponer prohibir el baño durante dos días seguidos con la ciudad llena de turistas?

Gijón tiene un problema y es un problema grave que ha aflorado con crudeza en este momento y que puede volver a repetirse en pleno verano, si como reconocen las administraciones local y regional la única solución es la construcción del pozo de tormentas previsto en el parque de los Hermanos Castro, una instalación que acumula retrasos y que el actual equipo de gobierno no se ha preocupado de acelerar. Ahora, como reconoció Moriyón en una de sus comparecencias, "no se pueden hacer milagros".

No toda la culpa de esta situación debe recaer en el actual equipo de gobierno y en la administración local. Como acertadamente denunció el jueves la Plataforma por la Salud y Sanidad Pública en Asturias, se ha llegado a este punto después de "un cúmulo de despropósitos e ineficiencias" de las que cabe responsabilizar a diferentes administraciones y de distinto signo político. Hace más de una década que Gijón adolece de planificación e inversión en materia de saneamiento, cuyo despropósito mayor fue construir en un lugar no idóneo una depuradora que tenía que tratar las aguas residuales de la mitad de la población gijonesa, que habita en la zona este de la ciudad y cuyos residuos van al mar, directamente sin tratar, a través del emisario submarino de Peñarrubia. Una depuradora que, para mayor escarnio, no puede entrar en funcionamiento por sentencia del Tribunal Supremo.

La patata caliente quema ahora las manos de Carmen Moriyón, que es a quien compete resolver el problema, acelerando y declarando la urgencia de cuantas obras haya que acometer para garantizar que lo ocurrido las dos ultimas semanas en la playa de San Lorenzo no vuelva a repetirse y no afecte al buen nombre de Gijón como destino turístico de referencia.