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Lo que hay que oír

Francisco García Pérez

El final alternativo

Se ha muerto la épica en el fútbol; viva el espectáculo posturero

Es práctica habitual entre el batallón de guionistas que nos nutre de series y películas escribir varios finales alternativos de sus ficciones televisivas o cinematográficas. Por si las moscas. No vaya a ser que. En este final, matamos al protagonista. En este otro, la protagonista se fuga con el mocín (perdonen el arcaísmo). En el tercero, lo hacemos a él budista y a ella costurera en África. Luego, pasamos el film y sus finales a un público reducido pero representativo de diferentes gustos y ya nos decidimos por el que más le satisfaga. Además, siempre nos queda el recurso de hacer una segunda temporada o una secuela. Los guionistas se cubren las espaldas. Proceden como dejó dicho Groucho Marx: "Estos son mis principios; si no les gustan, tengo otros". Y lo hacen porque se mueven en el terreno de la ficción dramática, donde la lírica y la épica quedan arrinconadas en pro del aplauso de un público que quiere emociones y giros argumentales, no cantos a los almendros en flor ni héroes inmarcesibles.

Por el contrario, el territorio del fútbol lo había ocupado hasta ahora la épica. Incluso los momentos líricos o dramáticos -el gol dedicado a la abuelita que está en los cielos, el abatimiento por haber sucumbido a las contrariedades? se veían eclipsados por la épica: el honor, el escudo, la camiseta, los colores, los himnos, la tribu unánime reunida, el rugir de la grada, la desolación y el llanto sobre el césped, las celebraciones más audaces (y cada vez más sonrojantes, en mi opinión) frente a la grada de los fieles, las insignias tatuadas junto al corazón, los ritos al entrar al campo, los signos como santiguarse o clamar (en silencio) al cielo protector? La épica rebosa las novelas y los relatos sobre fútbol que nos inundan, máxime en estos días del Mundial futbolero que se celebra en Putinland. Que si la épica del "Negro Obdulio Varela" sosegando euforias brasileñas para triunfar, que si la mano de Dios maradoniana, que si aquella remontada siendo menores en número y acaso fuerzas, que si el quiebro de Pelé a Mazurkiewicz, que si? Creo firmemente que los cronistas literarios épicos de tantas guerras balompédicas épicas no hacen otra cosa que añorar fútbol épico ya finiquitado. Incluso lo que podríamos llamar pequeña épica ya se torna obsoleta. No encuentro niños que quieran jugar al fútbol: solo encuentro niños que quieren ser Messi, Cristiano Ronaldo o ?en pocos casos, y tengo para mí que es el dato ejemplar? el finísimo Iniesta. Se ha muerto la épica en el fútbol: viva el espectáculo posturero. Es decir, vivan la ficción, los finales alternativos, el dramatismo controlado por la publicidad, vivan la posverdad y el libre mercado como dioses únicos. Si vivimos a diario en el espacio ficticio que nos dicta el Poder, ¿cómo iba a escaparse de tal dictado el deporte de masas más universal?

Veamos el caso de Griezmann, futbolista del Atlético de Madrid y de la Selección Nacional de Francia. Durante semanas, se debatió, especuló y aventuró sobre la posibilidad de que dejara los colores colchoneros y se fuera al FC Barcelona. Y una productora, propiedad del futbolista del Barça Piqué, grabó un documental del presunto debate interno del futbolista. Qué drama aparente, qué épica ficticia. Por fin, se decanta nuestro héroe: se queda en el Atleti. Y se queda porque es su casa, es su club, es su gente, es su afición, son sus colores, es su Destino. Caramba, si tanta es la épica rojiblanca en el corazón de Griezmann, ¿qué dudas pudo tener jamás? Entonces, actuó la ficción: se filmó en dicho documental un final alternativo, por si el Barça acababa por satisfacerle más. En cuyo caso el color de Griezmann, su casa, su club, su gente, su afición, su Destino mayúsculo serían el Nou Camp y la Masía. Es lo que hay: una épica degenerada en melodrama barato. Qué tiempos, oyes.

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