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Abogado y exconsejero socialista del Principado

Nuevos tiempos

La decisión en relación con los inmigrantes del "Aquarius", el "problema catalán" y la salida de Maxìm Huerta

El terremoto político desencadenado con ocasión de la moción de censura que catapultó a Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno está reconfigurando la geografía política del Estado hasta el punto de que los actores políticos -partidos- se esfuerzan en readaptar apresuradamente su estrategia al nuevo "tempo" político, marcado por una legislatura corta (máximo de dos años), y un Gobierno con un grupo parlamentario muy exiguo en el marco de un Parlamento muy fragmentado.

El habitual interregno de cien días de "gracia" que se le otorga habitualmente a todo gobierno se le negará a este, ante las urgencias políticas de los grupos de oposición, y el escaso margen de tiempo que ofrece la legislatura. Merece, a estos efectos, una reseña especial la actitud anunciada y ya implementada, por parte del Partido Popular, encaminada hacia un ejercicio de la crítica, desmesurada y poco ponderada, haciendo tabla rasa, sin solución de continuidad, de largos años de corrupción y de soberbia en el ejercicio de la actividad de gobierno en primera persona.

No obstante, y al margen del tono abrupto del primer partido de la oposición, la crisis política de la que emerge el nuevo gobierno ha tenido un efecto de "descompresión" frente al ambiente espeso y saturado que caracterizó los últimos meses, favorecido por las primeras iniciativas adoptadas por el nuevo Ejecutivo que signan un claro giro, con respecto al próximo pasado, en materias especialmente sensibles.

La sensibilidad que se percibe, a tenor de los primeros gestos, en materias tan delicadas como el sistema de pensiones o de las relaciones laborales, y sin perjuicio de los problemas estructurales subyacentes, parecen obrar un cierto efecto balsámico.

La decisión del Gobierno en relación con los inmigrantes "varados" en el Mediterráneo a bordo del "Aquarius", denota la sensibilidad que se le supone a un ejecutivo de izquierdas, al tiempo que valentía y coraje, toda vez que reabre un debate imprescindible a escala europea acerca de uno de los dramas de nuestro tiempo, e implica posicionarse inequívocamente frente al nacionalismo excluyente y la xenofobia, asumiendo los riesgos inherentes que conlleva la decisión, incluso en clave electoral.

No obstante, los "nuevos tiempos" se perciben con mayor intensidad en lo concerniente al problema territorial español, significado por el "problema catalán". El indudable acierto de haber señalado como interlocutora principal a Meritxell Batet, catalana, formada profesionalmente en la materia, y adornada de un pensamiento federalista, vaticina progresos hacia el entendimiento, sin obviar la enorme dificultad del desafío. La relajación de los gestos y las previsiones de encuentros entre las partes ya constituyen, por sí mismos, un hito frente a épocas pretéritas.

Hasta en el modo de resolver la incipiente crisis desatada por las actuaciones ante la Hacienda Pública del exministro Maxìm Huerta, apartándole inmediatamente de sus funciones (y ello sin perjuicio de la mayor o menor gravedad objetiva de las mismas), responde a un nuevo y estimulante ejercicio de la responsabilidad política que contrasta abruptamente con los modos y maneras de los últimos años en la política española.

En definitiva, los primeros pasos de este gobierno predicen, como era de esperar, un sesgo de la política en términos de mayor compromiso con los retos asociados a las problemáticas medioambientales, sociales, y de género, por citar algunas de las más significativas, al tiempo que introduce una inflexión en las formas, mutando el unilateralismo y el dogmatismo, por el dialogo y la búsqueda del consenso, esenciales para impulsarnos como país.

Estos buenos prolegómenos, no pueden soslayar la evidencia de la tempestad política y las turbulencias sobre las que navegamos, por lo que solo cabe sugerirle al Gobierno de la nación que se aferre con entusiasmo al pensamiento que nos brindó Carlyle, seguramente especulando ante escenarios como el presente, cuando se expresó así: "De nada sirve al hombre lamentarse de los tiempos que vive. Lo único bueno que puede hacer es intentar mejorarlos".

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