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El fascismo de Trump y Salvini

Lo dijo Bertolt Brecht en medio de aquel huracán fascista que desataron Hitler y Mussolini contra judíos, izquierdistas, homosexuales, gitanos: "Cuando los nazis vinieron a por los comunistas/guardé silencio porque yo no era comunista/ Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio/ porque yo no era socialdemócrata/ Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté/porque yo no era sindicalista/ Cuando vinieron a llevarse a los judíos/no protesté porque yo no era judío/Cuando vinieron a buscarme, no había nadie que pudiera protestar por mí. Y creíamos que tras aquel horror solo íbamos a volver a recordar esos versos como testimonio de un atroz pasado, pero las políticas migratorias de los gobiernos populistas de Trump en Estados Unidos y de Conte y Salvini en Italia las vuelven a hacer vigentes de nuevo y todo bien nacido debe de tenerlas en cuenta para rechazarlas no porque, como dice Brecht, puedan afectarles a ellos- que también-, sino porque les va en ello el poder mirarse a sí mismos como humanos y no como alimañas que sólo y únicamente piensan y defienden sus intereses económicos e identitarios.

Si el "buenísmo" consiste en esta actitud, como mantienen con cierta reticencia algunos sectores de las derechas europeas y los partidos populistas en el resto del continente: defender no sólo por razones humanitarias, que también, sino como defensa de los valores que la civilización occidental se ha dado a sí misma y que tienen como base la idea esencial de que todos los hombres son iguales y tienen derecho a una vida y una supervivencia dignas, está claro que somos muchos los que nos apuntamos al "buenismo".Máxime cuando la situación de pobreza, exclusión e indefensión ante las situaciones bélicas de sus países es en parte consecuencia de la explotación y abusos a que les ha sometido el propio capitalismo globalizado cuyos intereses y beneficios están en Occidente.

En Italia, el vicepresidente i y ministro del Interior Salvino de ese gobierno populista que tiene el poder en el país vecino en nombre del Movimiento 4 estrellas y la Liga, pretende hacer un censo de gitanos, como los nazis lo hicieron de los judíos, para distinguir los de nacimiento en el país y los procedentes de fuera con el objeto de expulsar a éstos y tener controlados a los primeros (a estos últimos "habrá que sufrirlos", ha llegado a decir") mientras con un discurso xenófobo y compatible con el que mantenían las SS de Hitler niega toda posibilidad de recibir en suelo italiano a cualquier clase de migrantes, sea cual sea la condición de necesidad y auxilio en que se encuentren. Es preciso matizar ante tal ignominiosa actitud que es necesario distinguir entre la que mantiene el gobierno populista italiano y la del rechazo de tales políticas racistas y xenófobas por parte de un importante sector de la opinión pública italiana que es heredera de personajes de la talla moral y la coherencia ética de un Mazzini o un Gramsci, por mencionar sólo a dos de los más destacados personajes públicos de su historia. Con qué ojos de espanto verían éstos lo que está pasando en su país. Lo que diría, en cambio, Mussolini es evidente y claro.

La política disuasoria de Trump para los migrantes de Centroamérica hacia los Estados Unidos le ha llevado a criminalizarlos dictando una ley que les convierte en delincuentes por el solo hecho de tratar de entrar en aquella tierra de promisión. Y como consecuencia al detener a los padres, ha sido necesario separarlos de sus hijos que pasan a estar bajo la tutela de los Servicios sociales norteamericanos. Son más de 2000 niños separados de sus padres que han alojado en verdaderas jaulas como si de crías de animales se tratara. La presión de la propia sociedad norteamericana ha hecho que el populista y ególatra Trump haya tenido que dar marcha atrás y rectificar su medida, pero no desde luego su intención de acabar por la fuerza con esa corriente migratoria.

Corriente migratoria que no parece ser causada en este caso- la mayoría de los migrantes son hondureños- por razones de supervivencia económica, sino como remedio para huir de los efectos de la violencia política y social de sus países. Países que en su día y aún hoy siguen siendo el patio trasero de la potencia norteamericana y que, en gran medida, ha sido responsable de la miseria de gran parte de su poblaciones y de la violencia política que han impuesto los dictadores en la región Aquellos dictadores que los propios próceres norteamericanos reconocían como "verdaderos" hijos de puta, pero que eran "sus" hijos de puta. Y en ese sentido la política de Trump hacia su patio trasero no sólo no parece haber cambiado sustancialmente, sino que se ha hecho más dura y agresiva contra ellos, cuando su política económica proteccionista ya no necesita del trabajo casi esclavo e informal de aquellas poblaciones.

Está claro que aunque los países ricos hayan dado oficialmente por finalizada la Gran Recesión, sus negativas consecuencias sociales, dada las discriminatorias medidas tomadas para salir de ella que sólo han beneficiado a determinadas minorías sociales, siguen y seguirán afectándonos a los que ya en cierta manera las hemos pagado.

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