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Sol y sombra

El numerito de Torra

Cómo desairar al jefe del Estado y pedir a sus poderes complicidad

Torra no es sólo un político de probado talante xenófobo, con el cerebro de una almeja y la educación de un hooligan, es también un ser inexplicable, sin noción de lo que supone cumplir con el deber institucional. Primero dijo que no asistiría a la inauguración de los Juegos Mediterráneos, en Tarragona, para no tener que coincidir con el Rey. Después rectificó, acudió al acto, no recibió al monarca, pero sí lo saludó para regalarle un libro de fotografías sobre las cargas policiales del 1 de octubre. Una grosería innecesaria que se está poniendo de moda.

A su manera ha decidido romper con la Corona, que encarna la Jefatura del Estado, pero a la vez reclama diálogo con el Gobierno. ¿Alguien se imagina, por ejemplo, en Escocia, a la ministra principal y líder del Partido Nacionalista desairando a la Reina y, al mismo tiempo, entrevistándose con Theresa May para resolver un litigio territorial?

El boicotito de Torra ha sido bendecido por el independentismo que sostiene que el discurso de Felipe VI del pasado 3 de octubre fue inapropiado. Lo acusan de la congruencia de defender al Estado en vez de disculpar a los que atentaron y siguen atentando contra él. Pretender tener de su parte al jefe de la estructura que intentan desgajar es lo mismo que pedirle al Papa que se ponga del lado de quienes quieren destruir el Vaticano.

Se trata de una sinfonía orquestada por idiotas y basada en una gestualidad bastante primaria que halla justificación en la revuelta protagonizada por los secesionistas. No debería encontrarla, sin embargo, dentro de los poderes del Estado. El ejecutivo es uno de ellos, suya es la responsabilidad de tenerlo en cuenta.

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