Nadie en su sano juicio está para decir esta boca es mía, pero cuando el Consejo General de Dentistas de España califica el cierre de iDental, con clínica cerrada en Gijón y varios centenares de afectados en Asturias, como el "mayor escándalo bucodental de la historia", no hay que ser muy incisivo para reconocer que se trata de un asunto periodístico para hincarle el diente.
Uno lee lo que cuentan los afectados asturianos de esta gandaya de sacamuelas de bata verde y guante blanco y se le ponen los incisivos de punta. Y se los imagina aterrorizados, dispuestos en un sillón con la boca abierta de par en par, como en el cuadro de Theodoor Rombouts que se exhibe en el Museo de El Prado, en el que un dentista del siglo XVII, adornado con un collar cuyas cuentas son muelas, extrae a tenaza a un incauto generosas piezas de su dentadura.
Como los barberos charlatanes de la Edad Media, los dentistas huidos de Gijón sin acabar su trabajo se han aprovechado de la buena fe de gente escasa de posibles para, por medio de publicidad engañosa, hincarles el diente a sus carteras y darles un buen bocado a sus billeteras. Ahora, los afectados se han quedado sin dientes y sin el dinero adelantado a la clínica. O sea, que están caninos.
Cuando un desaprensivo busca negocio seguro suele fijar la vista en el estrato social más desfavorecido, que suele ser también el más ingenuo y crédulo. Es oler dinero fácil y ponérseles a los sinvergüenzas los dientes largos. Y en lugar de implantes dieron plantón, y un monumental dolor de muelas.
¿Cómo no van a pretender los afectados llevar ante el juez a quienes les han sacado hasta las muelas del juicio?
