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Dominicos, 500 años en Asturias

El asentamiento de la orden en la región y su expansión por el territorio

El sábado pasado asistí en la iglesia de Santo Domingo a una misa conmemorativa por los quinientos años de la llegada de la orden dominicana a Asturias. Fue oficiada por el arzobispo de Oviedo, D. Jesús Sanz Montes, quien hizo una disertación sobre cómo la orden dominicana y la franciscana nacieron a la vez y esto lo decía bajo el retablo barroco del altar mayor, donde existe una maravillosa pieza de imaginería, en el centro del mismo, que representa el abrazo entre Santo Domingo y San Francisco, símbolo de la buena relación entre ambas órdenes.

Tras la misa, cantada por unas voces de la Coral "San Roque" de Lastres que nos hacían recordar aquellas misas a las que asistíamos durante el internado, donde las voces humanas se fundían con las notas del órgano de forma magistral, se sirvió, en el claustro, con los arcos vestigio del pasado y la tragedia, un ágape con unos pinchos y unas bebidas en el que los asistentes se pudieron saludar, comentar y recordar, porque entre estas piedras, tras quinientos años, también queda mucha memoria.

Por la tarde, a las ocho, en pleno solsticio de verano y preparadas las "fogueras de San Juan", con las fuentes adornadas con elementos vegetales y flores, según tradición celta, pudimos disfrutar de un excelente concierto de música sacra a cargo del Coro de la Fundación Princesa de Asturias. Todo un regalo para los oídos, transferidas las notas vocales a través de la acústica de la magnífica bóveda central; los coros impregnan los lugares de unas vibraciones y sensaciones que te elevan a una fase superior, y no necesita uno ser un gran experto ni cultivado musical para percibir ese estado casi, casi de éxtasis. Creo que los parlamentos deberían iniciar sus sesiones con la intervención de una coral, bien de música sacra... o marinera, seguro que todo iría mejor.

Cuando el arzobispo Diego de Muros en 1518 donó la casa y ermita de San Pedro Mestallón a fray Pablo de León y a la compañía de Santo Domingo para levantar un monasterio a Nuestra Señora del Rosario se firmó un documento, cambiando a los protagonistas de la firma original a D. Diego de Muros por D. Jesús Sanz de Montes, franciscano, arzobispo de Oviedo, y a fray Pablo de León por el actual prior de Santo Domingo, D. Salustiano Mateos. La ceremonia de la renovación de la firma fue ambientada en la época del Medievo con trajes de la época y música de dulzainas, laudes y flautas, acompañadas de danzas de la época, sencillo y entrañable.

Desde aquel Medievo hasta hoy, los Dominicos de Oviedo han podido escribir amplias memorias, tanto en el campo espiritual y religioso como en el intelectual, político y deportivo; han sido muchas las generaciones que se han preparado entre estos muros y no pocos de nuestros representantes, en la nueva democracia, han tenido sus bases en el colegio Santo Domingo.

Han pasado quinientos años desde que los Dominicos llegaron a Asturias al convento de Nuestra señora del Rosario, posterior colegio de Santo Domingo, pero aprovechando esta efeméride quisiera recordar otros lugares a los que llegaron los Dominicos en su expansión por esta tierra: en 1860 llegaron a Corias y se establecieron en el antiguo convento de Benedictinos, conocido como El Escorial asturiano y hoy parador. A principios del pasado siglo llegaron a Navelgas para regentar una fundación creada y donada por un emigrante a Cuba; la obra de construcción del colegio fue dirigida por el padre Celestino, nativo de Margolles (Cangas de Onís), que procedía de La Felguera, donde la comunidad se había afincado por la misma época. Los dominicos de Navelgas fueron ejecutados junto a un sacerdote y un militar en el año 1936, esto acabó con la estancia de los frailes en el pueblo y aunque tras la guerra el padre Manuel estuvo dando clase durante un tiempo, posteriormente pasaron el colegio a unas monjas cistercienses.

Siempre me preguntaré sobre el porqué de la locura que nos lleva a la barbarie, teniendo como diana central las bibliotecas, las iglesias y monasterios con sus obras de arte, la enseñanza y, sobre todo, las personas que nos brindan la posibilidad de cultivarnos. Tras quinientos años de estancia de la orden dominicana en Asturias, ésta ha sido, con toda seguridad, una fuente de beneficios culturales, y lamento, una vez más, que mi pueblo y su comarca no se hayan podido beneficiar debido a la barbarie. Esperemos que ello nos haya servido de ejemplo para que no se repita.

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