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Clave de sol

Ser consecuente no es fácil

Borrell, una pieza dislocada en el Gobierno de Sánchez

Al comentarista le ha llamado siempre la atención la gente intrépida y la que hace muchas cosas en la vida -culos de mal asiento, que se dice- sin miedo al qué dirán. Será porque uno mismo ha asistido a ese palo de algún modo. Y no por propósito, sino por avatares de la vida no siempre fáciles de controlar. Lo digo antes de escribir las líneas que me propongo sobre un político notable de abigarrada biografía que vuelve a la actualidad tras años fuera de foco.

Me refiero al catalán Josep Borrell, ministro que fue de Obras Públicas hace casi un cuarto de siglo, quien sale del túnel del tiempo para volver al Gobierno como titular de la cartera de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación a las órdenes del bisoño Sánchez, jefe del Gobierno actual a quien lleva más de un cuarto de siglo en edad.

Borrell, septuagenario reciente y por ello a las puertas de una incipiente ancianidad, desde luego bien llevada, fue casi de todo en la docencia, la empresa, el funcionariado, el gobierno, la oposición y hasta el más en el más fervoroso activismo españolista que hizo patente con auténtica pasión, junto con Vargas Llosa, en los penúltimos triquitraques de Cataluña.

He vuelto a consultar su biografía por vía informática y concedo que resulta aplastante de títulos, doctorados, docencias, másteres, libros publicados, cargos desempeñados, viajes, estudios y trabajos en Europa, Estados Unidos e Israel, distinciones, méritos y por ahí seguido. Catedrático pues, político también y, por si fuera poco, autor de al menos una veintena de libros. No hay quién dé más.

¿A qué viene todo este inventario? Pues confieso que precisamente a la sombra de una duda que se concreta en la pregunta de si este tardío retorno de Borrell al Gobierno es un rasgo de humildad o una muestra de soberbia. Y si su aceptación del cargo supone una renuncia al fervoroso españolismo de que hizo gala no hace mucho a grito pelado en escenarios públicos de Cataluña.

Porque me aceptará el lector que el Gobierno de Sánchez no se distingue ya en sus antecedentes, composición y determinaciones por un acendrado patriotismo integrador frente al separatismo catalán. Borrell, si fuera de veras consecuente con el españolismo de que hizo gala hace unos meses, públicamente y a grito pelado, tendría que aceptar que en este Gobierno es una pieza dislocada.

Me da la impresión de que en sus inevitables presencias públicas, como en la reciente y valiente intervención del embajador Morenés en Estados Unidos -tan coincidente con las posiciones del propio Josep Borrell-, trata de soslayar lo más posible cualquier protagonismo.

La pregunta es qué hace un político brillante y con un largo historial cumplido (hace años pudo ser presidente del Gobierno) en un Ejecutivo como éste que ha llegado al poder por la puerta de servicio. No sé si decir nostalgia, ambición o falta de consecuencia.

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