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Millas

El trasluz

Juan José Millás

Hacer músculo

Abro el periódico, que en cierto modo es como abrir el mundo, y tropiezo con un anuncio a toda página cuyo titular dice así: "Gimnasios para gente real, abiertos las 24 horas del día, los 365 días del año". Para gente real, como suena. Significa que los gimnasios a los que acudimos la mayoría son para gente irreal. De donde deduzco que la gente real debe de ser minoritaria. Pienso en los miembros de mi familia y resulta que son reales. Es cierto que no todos poseen el mismo grado de realidad, porque también en esto hay categorías, pero pertenecen al ámbito de las cosas que existen. Yo mismo, pese a mis carencias, que son infinitas, me muevo en el espacio, voy de acá para allá y no puedo montar en el avión si no he comprado el billete. La gente irreal, en cambio, vuela a Nueva York sin ocupar asiento alguno y sin ser percibida por la tripulación. La gente irreal se ahorra los trámites de la aduana, que cada día son más duros. Sé de personas de carne y hueso a las que la policía de inmigración neoyorkina saca de la fila y las lleva a un cuarto en el que las ata a la pata de una mesa. El mundo es un lugar muy peligroso.

El gimnasio para la gente real abre las 24 horas al día los 365 días del año. Significa que si usted quiere hacer pesas el día de Nochebuena a las tantas de la madrugada, podrá hacer pesas el día de Nochebuena a las tantas de la madrugada. ¿Por qué? Porque usted es una persona real y las personas reales tienen estas necesidades (y quizá estos derechos). He conocido a muchas personas irreales a lo largo mi vida. Los personajes de las novelas, por ejemplo, son producto de la imaginación de cada cual. Repaso mentalmente a los que más me impresionaron para ver si acudían a un gimnasio de personas irreales y resulta que no. He leído miles de relatos y ahora mismo no recuerdo ninguno cuya acción discurriera en un gimnasio irreal. Quizá estos personajes acudían fraudulentamente a gimnasios de personas reales. Tal vez Raskolnicov vaya al mismo que mi vecino.

¡Qué lío!, me digo pasando de página. En todo caso, mañana mismo me apunto al gimnasio este de las personas reales porque sufro desde pequeño de un déficit de identidad que quizá se arregle haciendo músculo.

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