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El Papa Formoso y la exhumación de los restos de Franco

Juan María Laboa, en su Historia de los Papas, nos cuenta un suceso medieval que confirma, una vez más, que la Historia se repite y que no hay nada nuevo bajo el sol. Formoso, sacerdote de fuerte personalidad y vida austera, fue Papa entre los años 891 y 896 y cometió el error de enfrentarse al duque de Spoleto. A su fallecimiento, el duque presionó al nuevo papa Esteban VI para que exhumara el cadáver de Formoso y lo sometiera a un juicio póstumo, en el que un tribunal fue acusando al cadáver mientras un diácono ejercía la defensa. El cadáver -por cierto, momificado-, fue revestido con los ornamentos pontificios e instalado en el trono, asistiendo así al "sínodo del cadáver", cuya finalidad se redujo a degradar la memoria del difunto. Ente los obispos y sacerdotes presentes le fueron retirando una a una las insignias propias del cargo ejercido; las vestiduras papales fueron sustituidas por otras propias de los laicos para indicar que su elección había sido inválida; se le cortaron los tres dedos de la mano derecha, con la que había bendecido y ordenado; se anularon formalmente las actas de su pontificado y se declaró nulo el conjunto de sus ordenaciones. El cadáver, finalmente, fue arrojado al río Tíber. Pocos meses después, una revolución popular metió al papa Esteban en prisión, donde murió estrangulado (¡qué se le va a hacer, cosas de la vida!).

Pero la historia, esa apasionante asignatura que los chicos de hoy aborrecen, es una fuente de conocimiento inagotable a la que debiéramos prestar mucha más atención para no tropezar dos veces en la misma piedra o para, si es el caso, como parece va a suceder en nuestro país, aprovechar las buenas ideas de nuestros antepasados. Ante el anuncio de que nuestros dirigentes progresistas se proponen acometer la urgente tarea de exhumar los restos del general Franco, he recogido la narración de Juan María Laboa para que, si hay que hacerlo, se haga bien, adornando la ceremonia con todos los detalles que la historia nos aporta y conseguir así que todos los medios internacionales de comunicación pongan de relieve, una vez más, que "Spain is diferent". Para degradar definitivamente la memoria del dictador, -que no revancha, por supuesto-, el lugar apropiado para la celebración de la fiesta sería el Congreso de los Diputados, y la TV debería destacar las huellas de los disparos de Tejero y recoger las muestras de entusiasmo de los chicos de Maduro; para la defensa, podría buscarse algún político de derechas que estuviera dispuesto a colaborar, un nacionalista de esa cuerda, por ejemplo; es muy posible que el cadáver de Franco esté incorrupto, como el de Formoso y el brazo de Santa Teresa que el general veneraba, por lo que, vestido con su uniforme de capitán general, podría acomodársele en el sillón del Presidente; los señores diputados, con estricta observancia del orden derivado del número de escaños de su partido, le irían retirando la laureada y demás títulos e insignias, así como todas las calles, plazas y estatuas que aún queden por retirar (si es que aún hay alguna); se cambiaría el uniforme de general por el de cabo primero; en vez de tres dedos, se le cortaría la mano entera con la que saludaba al pueblo brazo en alto; se anularían todos los Fueros y demás leyes promulgadas durante su mandato y, finalmente, se arrojaría el cadáver al Manzanares que, a falta de otro mejor, podría sustituir al Tíber romano. Por supuesto, habría que evitar por todos los medios no pasarse, y debería lanzarse una buena campaña informativa para evitar una nueva brecha entre los españoles, pues quizá viva todavía algún viejo que piense que Franco libró a España de convertirse en un paraíso comunista.

No sé si podría colaborar al esplendor de la fiesta que también se rescatasen los restos de los que participaron en lo de Octubre del 34, en lo de Calvo Sotelo y en lo de Paracuellos, y quizá también, aunque solo fuera de forma simbólica, los de tantos miles de españoles, de uno y otro bando que, tanto durante como después de la guerra civil, se dedicaron a ajustar cuentas con sus vecinos. Habría que considerar si también sería oportuno buscar los huesos de Pedro el Cruel porque, con ese mote, algo habrá hecho, sin olvidar a nuestro rey asturiano Fruela, que asesinó vilmente a sangre fría a su hermano Vimanaro: memoria histórica y justicia universal para todos, sin límites ni en el espacio ni en el tiempo.

¡Dios, qué país! En estos tiempos de traslados de presos y de huesos, uno empieza a pensar dónde podría trasladar los suyos: Islandia y Nueva Zelanda parecen países serios, pero están tan fríos o tan lejos...

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