La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Abogado

Pepe el del Tizón y una mirada

Carta de despedida al hostelero fallecido el martes pasado

Son las tres de la mañana en La Habana. En circunstancias normales yo estaría durmiendo o tumbado en la cama esperando el sueño. Pero hoy no. No soy capaz de abandonarme al cansancio porque Daniel me dijo que te apagaste lentamente sin el ruido que siempre te rodeó. Y desde que lo supe, esa mirada tuya, a medio camino entre la melancolía y la curiosidad, no dejó de acompañarme en todo momento. Así que decidí salir a perderme por esos callejones habaneros que siempre esconden rincones que jamás nadie ha visto. Caminé por lugares que te hubiera gustado conocer, y lo hice con la única compañía de esa mirada tuya. Hasta me permití la licencia de tomarme unos tragos a tu salud. Y aquí me ves; ante una página en blanco tratando de atrapar en unas líneas todo un sentimiento hacia una persona que no frecuenté demasiado pero que conocí lo suficiente como para que su partida me doliera más de lo que podría imaginar.

Es posible que mi sentimiento hacía tu persona hunda sus raíces en la admiración y el respeto que tengo por Daniel. Es posible. Pero al instante me doy cuenta que, por encima de todo, eres uno de esos tipos que han sabido transitar por este corto puente entre las dos inexistencias, que es la vida, dejando una estela diferente. ¡Cómo coño, si no, vas a explicarme tanto revuelo! Un tipo de Tineo, sin apellido ilustre, que desde joven comenzó a buscarse la vida, menudo, más bien tirando a feo, mal hablado, osco de carácter y con un gusto para las corbatas más que cuestionable no puede dejar un vacío tan grande si no hay algo más. Explícame por qué un tipo así me aboca al insomnio y me hace caminar sin rumbo por los callejones de esta maldita ciudad.

Pero la respuesta está en tu mirada, que no logro quitármela de encima y que sigue observándome de forma constante. Una mirada que encierra bondad; una mirada auténtica, limpia, generosa, pícara; una mirada capaz de entenderlo todo, a todos y hasta a ti mismo. Una mirada que encierra la experiencia de toda una vida y que, pese al éxito logrado, nunca dejó de mirar al amigo. Por eso tanto revuelo Pepe. Porque miradas así no abundan y, cuando faltan, se echan terriblemente de menos.

Ahora descansa y vete tranquilo. Tu legado está en buenas manos gracias a una persona con una mirada tan limpia y sincera como la tuya. Y si te sirve de consuelo, cuando me siente a comer en tu casa, seguiré imaginándome que un tipo de Tineo, sin apellido ilustre, menudo, mal hablado, más bien tirando a feo, con un gusto cuestionable para las corbatas, pero auténticamente bueno, me llamará rojo de mierda mientras me sirve la mejor de sus comidas al tiempo que me mira fijamente a los ojos trasladándome esa sabia certeza de que las cosas auténticas perdurarán siempre.

Compartir el artículo

stats