La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Asturias, entre la resistencia y el emprendimiento

La trascendencia de las políticas públicas

Nada hay en el ADN del sector público

que lo haga menos innovador que el

sector privado. (Mariana Mazzucato, "El Estado emprendedor")

Asturias se aferra, ante el debate en torno a las políticas energéticas -térmicas/carbón "versus" energías verdes- a su condición de productora de energía a partir del carbón, con el objeto de preservar una parte significativa de su tejido industrial, aquella que ha sobrevivido a las revoluciones tecnológicas de los últimos lustros. Debe mostrarse contundente en la defensa de este "status", por cuanto no puede aceptar la amputación de su ya frágil entramado industrial sin tiempo para transitar hacia otro modelo de desarrollo, y sin recursos que ayuden a implementar políticas de sustitución. Al mismo tiempo debemos asumir -cuanto antes- que el modelo energético basado en combustibles sólidos no es sostenible en el tiempo, por lo que, en plazos que ya están acotados y acordados en el ámbito de los compromisos internacionales, el mix energético evolucionará hacia un modelo con un peso más relevante de las energías limpias (renovables). El reto, en consecuencia, estriba, en ganar tiempo, allegar recursos e identificar políticas activas de reemplazo.

Estoy seguro de que los dos primeros factores -tiempo y recursos (siempre insuficientes)- están asegurados, a tenor de los compromisos asumidos por el gobierno de la nación, por lo que el éxito va a depender fundamentalmente del acierto en las políticas públicas que se adopten en materia de actividad industrial en el territorio. Apelo al protagonismo de lo público en el más amplio sentido; esto es, no solo como "facilitador" del sector privado o corrector de los fallos del mercado, sino, adoptando, sin complejos, un papel protagonista, en calidad de emprendedor, asumiendo riesgos, allí donde, es seguro, la iniciativa privada no se la espera. Entiendo que esta reivindicación de lo público, como agente emprendedor, cause extrañeza en tiempos en que campea la ideología de la austeridad y del estado mínimo, pero las iniciativas empresariales no caen del cielo, y las evidentes insuficiencias financieras del sector privado asturiano, unido al dominio absoluto del capital riesgo privado en el mundo, poco aficionado a las inversiones de riesgo (contradicción incluida) y esencialmente cortoplacista, no pronostican inversiones relevantes en ausencia de compromisos sólidos del sector público en Asturias. Por cierto, y con el propósito de apuntalar esta propuesta, recuérdese el papel fundamental del sector público de los países más desarrollados del mundo (EE UU, China, Corea del Sur, Japón, Alemania) en las revoluciones tecnológicas de los últimos lustros, en ámbitos tan relevantes como el de la electrónica, la nanotecnología, la industria farmacéutica, la biotecnología y, como no, aunque a veces parece ocultarse, en la creación de internet y hasta del propio iphone (sin desmerecer a Steve Jobs, la investigación básica que soporta el mundo Apple está en el haber de las instituciones públicas americanas). Quienes mantienen reservas frente al protagonismo económico de lo público, deben ser conscientes que el país del liberalismo económico por antonomasia -EE UU- mantiene una trayectoria histórica de máximo intervencionismo del Estado en las industrias más significativas.

La elección de los sectores industriales o tecnológicos adecuados está asociada al éxito de la intervención, y en este sentido conviene subrayar que se pergeñan hoy en el mundo dos grandes revoluciones tecnológicas de una enorme trascendencia para el próximo futuro, a las que Asturias debe intentar incorporarse: las tecnologías energéticas verdes y la revolución digital. No se me negará el atractivo que entraña que las comarcas mineras asturianas enlacen -sin solución de continuidad- su condición de generadores de las energías ligadas a la primera generación industrial, con las fuentes de energía del futuro.

La singularidad de la revolución digital en marcha (frente a modelos del pasado asociados a la presencia de materias primas y, en consecuencia, vinculados al territorio) estriba en su ubicuidad, en el sentido de que se sustancia a partir de requerimientos no vinculados a un territorio determinado; esto es, la revolución digital es intensiva en recursos humanos bien formados, talento e inversión, y, en consecuencia, susceptible de consolidarse allí donde el impulso emprendedor y los requisitos expresados coincidan en el tiempo.

La revolución digital, que está cambiado nuestras vidas, se proyecta en el mundo empresarial en dos dimensiones; transversalmente, por cuanto toda empresa que quiera sobrevivir debe embarcarse en la transformación digital de sus propios procesos, y en paralelo, como vivero fundamental de los negocios del futuro. En definitiva, lo digital ha venido para quedarse y los importantísimos negocios que germinarán en este entorno -internet de las cosas, robótica, coche conectado/coche autónomo, big data, ciberseguridad, logística, etc.- encontrarán acomodo allí donde emerjan emprendedores capaces de asumir riesgos con visión de futuro. La tesis que se propugna se basa en el compromiso del sector público como agente activo, asumiendo un papel que vaya más allá de las clásicas políticas anticíclicas keynesianas. El emprendimiento que se reclama del sector publico en Asturias admite, y acaso requiere, formulaciones diversas -institutos de desarrollo, agencias o empresas públicas, bancos de inversión, capital/riesgo, sin perjuicio de la compatibilidad con políticas de naturaleza fiscal o contratos programa- sin perjuicio de la conveniencia de la búsqueda de simbiosis con el sector privado en formato de colaboración público-privada.

Al fin, Asturias, y especialmente las comarcas mineras, se encuentran en el tránsito de un modelo energético hacia un futuro que tenemos que inventar, liderado por el compromiso del sector público. La cultura de la resistencia es necesaria, por cuanto preserva intereses vitales asociados a las personas y al territorio, pero no puede disociarse de la más que urgente tensión emprendedora. Existe -y viene al caso- un proverbio holandés que reza así: "No puede impedirse el viento, pero hay que saber construir molinos".

En consecuencia, prolonguemos el actual estado de cosas hasta donde sea razonable, pero al tiempo (y sin dilaciones), dibujemos, entre todos, el próximo futuro de nuestro entorno, ya que nada tarda tanto en llegar, como lo que jamás se empieza.

Compartir el artículo

stats