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Energía: el ejemplo alemán

La necesidad de abordar un proceso de transición que no convierta a Asturias en la gran perdedora

Desde que la ministra Teresa Ribera anunció la aceleración de la transición energética, en Asturias se ha abierto una intensa polémica sobre su impacto en la activad de las térmicas localizadas en la región y en las actividades relacionadas con las mismas. Con el fin de tener información sobre como se está realizando este proceso en otros países europeos, la lectura de un reciente informe me ha animado a escribir estas notas sobre los principales datos que este asunto está teniendo en Alemania, el país de la Unión Europea donde el sector industrial tiene un mayor peso relativo y en el que el carbón sigue jugando un papel relevante en la generación de energía.

En la primera mitad de este año, según datos ofrecidos recientemente por Fraunnhoter ISE, un grupo alemán de estudio de los asuntos energéticos, el suministro de energía en Alemania a partir de energías renovables alcanzó un récord sin precedentes: representó el 42 por ciento de la generación de electricidad del país, y estuvo impulsado principalmente por la mayor aportación de la energía eólica (se trata de cifras de generación neta). Las cifras de generación para el suministro público en Alemania muestran que la producción de todas las energías renovables (eólica, solar, hidroeléctrica y biomasa) alcanzó los 112 TWh (Teravatios-hora), superando en esa fecha la generación combinada de lignito y hulla (103 TWh). La generación a través de energías renovables se ha más que duplicado en menos de una década, tanto en términos de volumen de producción como de cuota de participación en el mercado, siendo la energía eólica -que actualmente es la principal fuente de energía en Alemania- la que ha impulsado gran parte de este crecimiento desde 2015.

La transformación energética en Alemania (Energiewende) se dirige hacia un sistema bajo en carbono y sin energía nuclear. Sin embargo, mientras que el progreso en la expansión de energías renovables ha sido impresionante, el cumplimiento por parte de Alemania de otros objetivos energéticos y climáticos, tales como la reducción de emisiones, no ha estado a la altura de las expectativas establecidas en el proceso de transición energética. Así por ejemplo, es poco probable que Alemania alcance su objetivo de reducir las emisiones en un 40 por ciento para 2020 con respecto a los niveles de 1990: en 2017 se había logrado sólo el 28 por ciento. En ese sentido, cabe señalar que Alemania ha sido bastante ineficaz a la hora de abordar su dependencia del carbón en la generación de electricidad y además la decisión adoptada en 2011 de abandonar la energía nuclear para el año 2022 ha complicado aún más este proceso y ha tenido bastantes criticas al eliminar una fuente de producción de electricidad baja en carbono.

Alemania tenía como objetivo que las energías renovables suministrasen el 35 por ciento del consumo de energía bruta en 2020; sin embargo, este registro ha sido ya rebasado en 2017 al lograr el 36 por ciento de aporte al consumo de energía (se trata de una medida ligeramente diferente de la generación neta utilizada por el Fraunhoter ISE). Por otra parte, Alemania ha establecido la ambiciosa meta del 65 por ciento de aportación de las energías renovables en el año 2030, cuando hasta fechas recientes lo tenía fijado en el 50 por ciento.

La decisión de prescindir de la energía nuclear a partir de 2022 ejercerá una intensa presión sobre los responsables políticos para lograr en la próxima década una mayor expansión de las renovables, ya que a la vez deberá disminuir la generación a través de las térmicas para poder cumplir en 2030 el objetivo de reducir las emisiones al menos un 55 por ciento con respecto a los niveles de 1990. A este respecto, hay que tener en cuenta que en Alemania la capacidad de energías renovables agregadas en el primer semestre de 2018 ha sido menor que la incrementada en el mismo periodo del año pasado, a lo que habría que añadir que se espera una desaceleración en los próximos años de la puesta en marcha de nuevas instalaciones terrestres de producción de energía eólica y que el ritmo de crecimiento de la energía solar también se ha visto reducido recientemente. Todo ello ha despertado una cierta preocupación acerca de si la transformación energética puede haber pasado a ser una prioridad más dentro de la política alemana.

La forma en que Alemania aborde su dependencia de la energía generada con carbón tendrá una gran influencia en el éxito de su transformación energética, especialmente cuando se complete la eliminación de la energía nuclear. Hasta ahora el fuerte crecimiento de las energías renovables ha venido más que compensando la caída en la generación de energía de origen nuclear y con ello no se ha producido un aumento en la dependencia de las térmicas de carbón para satisfacer sus necesidades de electricidad. Entretanto, Alemania ha estado impulsando los niveles de exportación de electricidad, registrando en 2017 una cifra récord de las ventas exteriores de energía, y por tanto el país teutón tiene un cierto margen para decidir si reduce en el corto plazo una parte de la producción de energía generada con carbón sin que ello afecte al suministro interno.

La participación del carbón en la generación neta de energía en Alemania fue del 38 por ciento en el primer trimestre de 2018, inferior al 44 por ciento que se registró en 2011, pero aún inaceptablemente alta -según analistas como The Economist- para un país que se considera pionero en la transición a una economía baja en carbono.

Teniendo presente todo esta problemática el gobierno de coalición surgido de las últimas elecciones alemanas ha creado un grupo de trabajo con el encargo de que investigue asuntos tales como cual debe ser el año final para la utilización del carbón en la producción de electricidad, las soluciones para los trabajadores y las regiones afectadas tanto en materia de energía como de minería, y todo ello con la meta puesta en que Alemania cumpla sus objetivos climáticos y energéticos a largo plazo. El grupo de trabajo -que deberá de concluir sus trabajos antes de que finalice 2018- está compuesto por representantes de la industria, sindicatos, grupos ecologistas, representantes públicos de los gobiernos federales y central, así como de expertos en políticas energéticas.

Finalmente, resulta muy significativo que Alemania se prepare para establecer una fecha del fin de la producción de energía con base en el carbón, ya que este país representa más de la cuarta parte de la generación de este tipo de energía que se produce en Europa. Por tanto, el abandono del carbón para generar electricidad en Alemania tendría un impacto considerable en la reducción de las emisiones de CO2 de una amplia zona de la Unión Europea. Sin embargo, los analistas plantean que la cuestión fundamental en Alemania sigue siendo la oportunidad y el momento de equilibrar los objetivos "climáticos" con el impacto socioeconómico de la eliminación progresiva del carbón como fuente de energía. La importancia de los impactos hace poco probable que la fecha del abandono total del carbón esté cercana, sino que más bien se situará a más largo plazo. Los objetivos energéticos y de cambio climático de Alemania para el año 2020 y para horizontes temporales posteriores son bastante ambiciosos sobre el papel, pero a la luz de lo comentado en los párrafos anteriores es bastante probable que sólo una parte de ellos, como pueda ser la participación de las energías renovables en el consumo de energía, se cumplan.

Tomando como referencia estos datos del sector de la energía en Alemania, no estaría de más seguir en España algunos de sus pasos en este campo. Por un lado, y teniendo en cuenta los previsibles objetivos de la Estrategia europea para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), parece del todo conveniente que en nuestro país se intensifique el proceso de instalación de energías renovables que permitan una sustitución progresiva del carbón como fuente de energía. Por otro, se debería crear un grupo de trabajo que establezca los ritmos, modos e impactos de esa transformación energética y que además analice un asunto de capital importancia para la competitividad de nuestras industrias electrointensivas: las causas por las que la energía ya es ahora mucho más cara en España que en Alemania.

En definitiva, deberemos ser conscientes de que el proceso de transición energética se va a producir en Europa y que Asturias no debería ser la gran perdedora de esa transformación que se llevará a cabo en España, para lo cual debería abordarse sin perdida de tiempo la estrategia regional más conveniente para transitar esa senda, sin que para ello se pretendan confundir los intereses de Asturias con los ritmos temporales más convenientes para ciertas empresas del sector energético. ¡Ah¡, por cierto, en Alemania además de tener una energía eléctrica más barata, existen -junto con los grandes grupos energéticos- empresas municipales que suministran electricidad a sus ciudadanos: de ello deberían tomar buena nota los reguladores españoles para introducir más competencia en un mercado español de la energía claramente oligopolístico.

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