Tiene razón Susana Pérez Alonso en su artículo de ayer sobre la dejadez oficial ante los aniversarios de Covadonga y el injusto desinterés por su significación histórica. He dedicado al caso dos artículos este año, el 10 de enero y el 27 de junio, y reconozco que Susana ha puesto en su crítica más carne en el asador.
Pero estas líneas de hoy van -en alusión también al comentario de Josefina Velasco publicado el 24 de junio- de otros antecedentes sobre el rocambolesco caso de la recuperación de la imagen de la Santina tras la Guerra Civil. Hace nada menos que 54 años publicaba este firmante, entonces joven y casi principiante reportero de otro diario local, tres grandes reportajes en torno a estos hechos.
Me limitaré a dar algunos detalles sólo con el objeto de complementar de algún modo el aludido trabajo sobre las referencias de Ramón Álvarez Palomo, Eleuterio Quintanilla y Silverio Cerra. Entre los vivos recuerdos de la lejana niñez, de la mano de mi tía Nieves, está el recibimiento multitudinario en Oviedo de la recuperada imagen tras la Guerra Civil.
Fue aquella una verdadera apoteosis por media Asturias tras un recorrido desde París y escoltada desde Irún por cincuenta miembros del Tercio de Requetés "Nuestra Señora de Covadonga". Las versiones sobre la desaparición de la imagen en 1936 no son del todo coincidentes, pero está claro que tuvieron relación con la ocupación de la zona por los milicianos armados dependientes del Consejo de Asturias y León presidido por Belarmino Tomás.
En la aludida serie de reportajes se ofrecen las versiones que entonces se dieron por buenas. Lo que está claro es la intervención del cordimariano Padre Aller, entonces en París y más tarde afincado en Asturias. También, del español Gregorio Pajares, testigo de excepción del rescate y de que la imagen había sido descubierta como por azar en un desván de la Embajada de España en Paris. Eso, sin entrar en detalles. Que son, por cierto, de película.
