El PSOE de Pedro Sánchez ha pasado de ser un partido olvidado por la demoscopia a convertirse en un campeón exultante de ella, según el barómetro del CIS. La encuesta, realizada tras el asalto a la Moncloa, revela una "luna de miel" de los españoles con los socialistas hasta el punto de que si se cumpliesen las estimaciones del sondeo el presidente del Gobierno podría volver a serlo, pero ganando unas elecciones.
Debería convocarlas cuanto antes si no fuese que él mismo es consciente de la volatilidad en la que se mueven los sondeados, que hace no mucho aupaban de modo nítido a Rivera como la esperanza y ahora lo descabalgan. La pregunta es si, dentro de nada, cuando se publique el próximo sondeo habrá "luna de miel" con Casado por su triunfante devenir en el Partido Popular.
El resultado confirma, a su vez, que el fin del bipartidismo ha supuesto un reparto de fuerzas escasamente resolutivo que obliga a entenderse a los partidos de la izquierda y de la derecha entre ellos, si de lo que se trata es de garantizar cierta estabilidad en la gobernación. ¿Pero serán capaces de hacerlo unos políticos tan poco dotados para el diálogo fructífero? No parece fácil. En el centroderecha está en juego la hegemonía, y en la izquierda Podemos se mantiene, aunque a mayor distancia, al acecho. La cuestión catalana ha sido la prueba del algodón para medir las limitaciones constitucionales del partido de Pablo Iglesias. Y, por ahora, resulta quimérico un escenario portugués: que los comunistas y la extrema izquierda pacten con los socialistas el apoyo a un gobierno de tecnócratas basado en un pragmatismo productivo y aplaudido por el FMI. En Portugal lo han logrado, aquí no lo veo.
