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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Las malas noticias

Abran al azar una página web de un medio de comunicación y se darán de bruces con una sucesión interminable de titulares de crónica negra: "Muere por la fiebre Crimea-Congo tras la picadura de una garrapata". "Un indigente propina una paliza y hiere de gravedad al hombre que lo había acogido en su casa". "Un 'campamento de los horrores' en Nuevo México para convertir a niños en asesinos". "Mueren al menos 29 niños en un bombardeo contra un autobús en Yemen".

¿Por qué nos atraen las malas noticias? ¿Cuál es la razón de que los titulares relaten con tanta frecuencia sucedidos que emparentan con la violencia y el dolor? ¿Qué mecanismo enciende el candil que encamina nuestra atracción ancestral a lo desagradable y malvado? ¿Por qué triunfa el morbo en ciertos programas de televisión que se perpetúan en el ejercicio poco honorable de la intromisión en la vida privada de los demás? ¿Se han convertido los medios de comunicación en parques de atracciones del horror, en museos matutinos de la catástrofe?

En numerosas ocasiones nos hacemos estas preguntas, que tienen que ver con lo que aún permanece en el ADN de la raza humana de los tiempos pretéritos de la lucha por la supervivencia. También con la parte más primitiva del cerebro, el trasfondo reptiliano que en ocasiones se activa para ponernos en alerta ante los peligros más inminentes. De ahí esa enigmática atracción por el miedo y sus escenarios: lo llevamos en los genes. (Si viajan a Londres, pueden programar un recorrido guiado al atardecer por las calles de Whitechapel que tiñó de sangre Jack el Destripador. Resulta morboso y el escalofrío se cura con una pinta en el pub Ten Bells, a las puertas de la estación de metro de Liverpool Street).

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