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andres montes

Una suma de fundamentalismos

Los atentados yihadistas y el proceso soberanista

Los atentados yihadistas de Cataluña tuvieron el efecto inesperado de sumar dos fundamentalismos, que, por encima de su matriz religiosa o política, comparten universos claustrofóbicos y aglutinan a creyentes con un marcado afán de sometimiento del infiel.

Con la perspectiva del año transcurrido, la respuesta del independentismo a los ataques de Barcelona y Cambrils se presenta como el episodio preliminar de un proceso que desembocó en los acontecimientos de octubre, la intervención de la Generalitat y el procesamiento por rebelión del núcleo duro del Govern de Puigdemont. La habilidad del soberanismo para instrumentar cualquier acontecimiento, de poner todo al servicio de una única causa, hizo de los atentados una oportunidad de mostrarse al mundo, de transmitir la falsa impresión de una Cataluña autosuficiente y eficaz incluso en sus peores momentos, una perversa manera de, a costa de la tragedia, ganar fuerza para lo que vendría después.

El entonces consejero de Interior Joaquim Forn, casi un recién llegado al cargo en el momento de los ataques, se hizo un rostro habitual y demostró que la confianza depositada en él por Puigdemont, tras prescindir del dubitativo Jordi Jané, se asentaba sobre su inquebrantable fe soberanista. De esa convicción radical, inamovible incluso en circunstancias críticas, dejaba muestras Forn cada día al afinar en la distinción entre víctimas españolas y catalanas cuando daba el parte de la evolución de los heridos. Es el mismo Forn al que el independentismo encumbra ahora en los actos conmemorativos de corte confesional. El mayor Trapero, quien compartió protagonismo con el exconsejero ahora encarcelado en Lledoners, pidió que lo apearan del carro de los reconocimientos a beneficio de la evolución de su encausamiento por sedición.

En torno al muy creyente Forn, el secesionismo marca distancias con las ceremonias en las que la memoria de las víctimas se impone a duras penas sobre la profunda grieta social y política abierta en Cataluña. El espacio ceremonial en el que intentan apiñarse partidos e instituciones es tan reducido -y quebradizo, como ayer quedó en evidencia en Cambrils- que ni siquiera cabe un auténtico discurso fúnebre sobre lo que somos y lo que nos distingue de quienes atacan, sobre todo, una forma de vivir, algo que nunca podrá suplir el "Imagine" de John Lennon.

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