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Sol y sombra

Tres ceros menos

Las hiperinflaciones han sido el preludio de los mayores desastres

La volatilidad del bolo es endémica, su salvaje fluctuación alcista también. La sufrieron los que han vivido en Venezuela o comprobado sobre el terreno su desasosegante realidad social en cualquier época de su reciente historia desde la década de los ochenta del pasado siglo. Pero ahora parece peor que otras veces. Al bolívar le han quitado tres ceros para intentar frenar de modo ilusorio la escandalosa inflación. Se trata de un simple maquillaje para ocultar la subida vertiginosa y constante de los precios, una medida cosmética que dejará de tener efectos visuales cuando al nuevo bolívar soberano la crisis le haga recuperar los guarismos perdidos. Sucedió con la reconversión monetaria de 2008 y volverá a pasar si no se ponen en marcha verdaderos correctores económicos.

Las hiperinflaciones suelen preceder grandes desastres. En la Alemania de 1923 supuso el preludio de la guerra que vendría a continuación, unos años más tarde. Después del primer conflicto bélico mundial, el gobierno alemán, en vez de subir los impuestos, lo que hizo fue imprimir cantidades ingentes de billetes. Con la ley de la oferta y la demanda en la mano, había tanto dinero que se perdió poder adquisitivo y se necesitaban muchos más marcos para comprar las cosas de siempre. En nueve meses, una barra de pan pasó de costar 250 a 200.000 millones de marcos. Suena estratosférico, pero las hiperinflaciones son así. Un caso de hiriente sarcasmo fue que el precio de un periódico costaba en la primavera de 1922 un marco y dieciocho meses después 70 millones. Los alemanes que lo compraban para enterarse de cómo había disminuido su poder adquisitivo, hipotecaban su presente al no quedarles dinero para nada más.

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