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Sol y sombra

La transformación de España

Decidido a dedicarme a cosas serias, me gustaría sin embargo mostrar cierta perplejidad por el "proyecto transformador" para España que Pedro Sánchez ha anunciado en Oviedo coincidiendo con sus primeros cien días de gobierno. La fecha que pone, 2030, multiplica el asombro. Resulta que el más rápido al oeste del Pecos, el político que empleó para echar a Rajoy el mismo tiempo que Rajoy tarda en encender un puro, baja el pistón y se convierte por su lentitud en el caballo del malo de las viejas películas de vaqueros. Él dice que se trata de una cuestión de "realismo".

Los "proyectos transformadores" no son buenos ni malos, con ellos puede pasar cualquier cosa, y dependen, además, de la eficacia en ejecutarlos. El de Sánchez, como no sabemos exactamente en qué consiste, se parece a eso que llaman nada. Sirve para curarse en salud por las bajas expectativas de apoyo parlamentario y derrochar optimismo militante. Es más realidad que realismo. En cualquier caso a los gobernantes que fijan sus metas por años hay que tomárselos a broma. Mucho más a los que emplazan sus objetivos dando cifras, como ha ocurrido frecuentemente con el empleo. Los plazos, las metas, el tiempo, en definitiva, suelen jugar malas pasadas y la mayoría de las veces se convierten en sinónimos de imposibilidad. Igual que es imposible cumplir los horarios de los trenes que no salen a la hora.

La próxima vez, ya digo, escribiré de cosas serias, por ejemplo, de Constantinopla. Edmondo De Amicis decía que viviendo en ella se podía encender un cigarro en Europa e irse a Asia a arrojar la ceniza, almorzar en un restaurante europeo y digerirlo en un café asiático. Lo último es posible si uno actúa con diligencia, dado que la cercana travesía por el Bósforo lo permite. Para lo primero, como añadía el gran Julio Camba, habría que disponer de cigarros incombustibles.

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