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José María de Loma

Tesinas

Los políticos terminarán teniendo más miedo a plagiar que a robar

Si hubiera que definir esta coyuntura patria habríamos de decir que es hegeliana. Nadie desde Hegel ha hablado tanto de tesis. Nos falta que nos salgan con la antítesis. O con la síntesis.

La tesis principal de este país es que nadie estudia, profundiza, lee, investiga, cita. Más bien se copia, se chanchullea, se fusila, plagia y piratea. O sea, nada nuevo bajo el sol. La chapuza a la orden del día.

A esta hora hay un mediocre frotándose las manos. Y pensando: "Je, je, no vale de nada tener títulos". El presidente del país acusado de plagio, el líder del PP en apuros y posiblemente imputado por su sospechoso expediente académico, una ministra que cae por un mal máster luego de que Cifuentes cayera por mentirosa a cuenta también de un máster. No puede decirse precisamente que estemos gobernados por una tropa de empollones. Al fondo de todo, el desprestigio de la Universidad, de los másteres, del profesorado, de la política y los políticos, también de cierto periodismo. El desprestigio de España, que es docta en crisis y cum laude en picaresca.

Conozco concejales que han sacado un máster sin pagar y con el esfuerzo equivalente a pelar tres nueces. Un ejemplo de tantos en las autonomías: Juan Manuel Moreno Bonilla, exsecretario de Estado, líder del PP andaluz se libró de que se lo cepillaran porque entonces no estaba de moda mediática investigar sus currículos, pero el suyo hubo de cambiarlo por sospechas de que lo falseaba. A cuenta de un máster en protocolo.

Le van a tener más miedo a meter las manos en Google que en la caja. Más a plagiar que a robar. Los detectives privados antes trabajaban de huelebraguetas. Ahora, se les abre un porvenir como husmeacurrículos. Tiene más peligro no tener un máster que tener una amante. Se impone la tesis de que no hay nada que respetar. Se destruyen reputaciones, se levantan infundios y todo sin menoscabo de que, efectivamente, el presidente plagie y a su principal opositor se le regale una carrera. Antes regalaban trajes o viajes o jamones. Ahora se lleva más regalar títulos. Un título es un renglón en el currículo. A no pocos ese renglón le cuesta años de esfuerzos. A otros nada, en principio, pero después han de pagar en oprobio, ostracismo y abandono de la vida política. Ya no se va a poder decir "doctores tiene la iglesia", no vaya a ser que antes haya que demostrar que, efectivamente, hicieron la tesis. La tesis para el que se la trabaja. No hacemos carrera. Si nadie acaba las carreras qué será de las agencias que organizan los viajes de fin de estudio. Decía Aristóteles que de quien más se aprende es de los alumnos, pero aquí todos quieren ser profesores.

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