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Símbolos, neofascismo y más

El auge del populismo en el mundo globalizado

El Diccionario del Español Actual de Manuel Seco define el vocablo símbolo como "cosa o persona que representa a otra de manera convencional o arbitraria, a veces basada en una relación de analogía". El ser humano, desde la antigüedad, rige sus impulsos primarios e impone sus principios colectivos por medio de gestos y símbolos. En la actualidad, los más cotidianos y de todo punto inofensivos, están relacionados con el mundo de la informática y los llamados medios sociales: Facebook, Twitter, Messenger y sus correspondientes emoticonos. Pulsando sobre el deseado el dibujo será capaz de reflejar nuestro sentimiento: alegría, tristeza, risa, aplauso?, para trasladarlo sobre la marcha, conciso y preciso, a nuestros interlocutores.

Desde los símbolos del Antiguo Egipto y Roma a los símbolos de los Nativos Americanos y a través de los siglos, se ha multiplicado el lenguaje simbólico y ha servido de arenga para fomentar el espíritu guerrero, religioso, feminista, de partidos políticos y hasta de equipos de fútbol. He de confesar -pienso que ya lo hice en alguna otra ocasión- que detesto y me da terror ver al personal aliarse en torno a un trapo o un sonido marcial: lo que es lo mismo, una bandera o un himno nacional. Todo un grupo, a veces una multitud, levantando el puño, cerrado y en alto -derecho o izquierdo según seas comunista o socialista-, o bien el brazo derecho extendido como símbolo fascista que nos recuerdan la esvástica de Hitler, las dos guerras mundiales y la Guerra Civil Española a través de dichos gestos y sus dramáticas consecuencias con millones de muertos, o cualquier otra siniestra manifestación por el estilo.

Qué equivocados estábamos cuando, plenamente convencidos, nos dijimos, ¡Tiempos oscuros que nunca volverán! ¡Qué va, jamás pueden regresar! Las condiciones han mejorado. La sociedad progresa, es más culta, serena, civilizada e inteligente: las masas no se dejarán manejar por intereses burdos e inconfesables. Por tanto, bajo la realidad de la globalización y que el mundo entero se ha puesto al alcance de todos, nadie intentará, despertando sentimientos viscerales, cubrirse bajo el palio tribal, ni refugiará su palurdismo dentro de los límites, físicamente inexistentes y profundamente imaginarios, de unos pueblos que creen, dicen y están convencidos ser elegidos por los dioses como raza superior. Indigna teoría, más propia del pensamiento medieval que de los tiempos actuales.

Como en toda la esfera occidental el pensamiento progresista está bloqueado, los populismos de extrema derecha y los nacionalismos se desarrollan a pasos agigantados, lo que no deja de ser un atentado a la democracia y un guiño al fascismo, todo ello en plena época de globalización, en la que todos sin excepción deberíamos considerarnos como ciudadanos del Mundo y no reyes de una parcela minimalista. Siempre invocando la Paloma de la Paz y no reclamando la Hidra de Lerna -aquel monstruo con forma de serpiente, de múltiples cabezas que por cada una que perdía le nacían dos nuevas.

Aunque así es, quizás nos cueste trabajo reconocer que, bajo el influjo de los medios sociales, con sus dichosas pantallitas, el conjunto de la sociedad, en el lugar que ustedes elijan de la Tierra, se ha vuelto más maleable que en ningún momento de la historia, pues dirigen nuestro pensamiento y nuestros actos; pulsando un simple botón, a través de ellas, convocan la manada para conseguir sus intereses.

Ejemplo fehaciente de ello es la tensión política que, a través de estos últimos años, se ha ido generando en Cataluña entre independentistas y partidarios de respetar la Constitución, en la que los primeros tratan de, a la fuerza, imponer su ideología a los segundos. Ya saben, o estás con nosotros o eres un repugnante fascista. Singular método de volver la oración por pasiva hacia el más puro de los totalitarismos, exigiendo a la mitad de la población renunciar a sus ideales para adoptar los del adversario. Nadie puede negar el impacto negativo que conlleva la creciente fractura social y su correspondiente crisis de convivencia entre familiares, amigos, compañeros de trabajo?, y lo que es más grave, agresiones físicas y verbales bajo coacciones sectarias.

Antes de nada, para motivar a los ciudadanos, había que crear los símbolos. A comienzos del siglo XX fue la estelada. En estos instantes el emblema que triunfa es el lazo amarillo reivindicando la libertad de los políticos presos o de los presos políticos, depende cómo se interprete la cuestión. Lo malo es que dominan los resortes para sacar a la calle banderitas en ristre y consignas estudiadas para aplastar al resto de catalanes, en un alarde del más puro neofascismo a ritmo -dicho con todos los respetos- de "Els Segadors".

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