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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

En Breda ya no se rinden

Si no fuera porque ayer mismo compareció en sede judicial ovetense, cabría pensar que Natalio Grueso, el tenor del Niemeyer, habría huido a Bélgica, santuario europeo de facinerosos donde no alcanzan las órdenes de busca y captura de los jueces españoles.

La justicia de un país que fue, es y será corazón -y a lo que se ve también pulmones- de la hispanofobia tradicional, acaba de rechazar la extradición a España del rapero Valtònyc, un tipo cuya mayor gloria musical y literaria es fabricar estrofas chuscas, tales como "que explote un bus del PP con nitroglicerina cargada" o "el Rey tiene una cita en la plaza del pueblo, una soga al cuello y que le caiga el peso de la ley".

A quienes creemos fervientemente en la libertad de expresión, los comentarios y las letras macarras del bardo nos parece que no alcanzan más allá de una oda a la excrecencia. No es este individuo de dudosa catadura quien debe preocuparnos, sino la actitud de los jueces belgas, que han convertido su país durante décadas y hasta hoy mismo en santuario de etarras, secesionistas huidos y deslenguados con condena pendiente por enaltecimiento del terrorismo e injurias graves a la Corona. Con defensores así, es de recibo que Puigdemont se ponga flamenco.

Este odio visceral de pica y arcabuz a todo lo que huele a español en Flandes se remonta a los Tercios, la mejor infantería de la historia militar europea. Tercios que, por cierto, estaban plagados de soldados locales más sanguinarios que los peninsulares. A nadie extrañe semejante visceralidad de un país donde conviven, en mutuo apartheid, dos comunidades que se odian educadamente. No esperen por tanto de los belgas una nueva rendición de Breda, por mucho que el juez Llarena se crea Ambrosio Spínola.

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