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La montaña mágica

La montaña es como es, igual que el mar, tiene un carácter fuerte y un trato imprevisible. Da igual que uno la conozca, pues ese conocimiento genera confianza, y uno se la acaba tomando con ella. Muchas sendas para eludir la verticalidad y la ley de la gravedad son dibujos sutiles, que no dicen gran cosa por sí mismos, y requieren, para seguirlas, del contexto general del paisaje, de su lógica interna, la que les da sentido y deja interpretarlas. Cuando la niebla borra el paisaje se ha marchado el interprete, y la senda misma llega a borrarse de la montaña (aunque siga allí) y de la cabeza del montañero. Decir que la montaña es mágica o que es sagrada viene a ser la misma cosa: que está por encima de nosotros, que es casi eterna y que tiene caprichos, placer de los dioses. Un muerto en la montaña es siempre una tragedia, pero tiene el carisma de haberse codeado con la divinidad.

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