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Arruinar la cultura

No piensen que sólo hablamos de tiempos antiguos; los eslabones parecen ser irrompibles a lo largo del tiempo: en 1933, Goebbels ordenó acabar con todo el fondo de la de Bebelplatz; no podemos olvidarnos de la Universidad de Oviedo, carbonizada en 1934; de la biblioteca de Sarajevo, en 1992; la de Bagdad, con un millón de libros, en 2003. Por supuesto, siempre existieron y jamás escasearán fanáticos líderes capaces de gobernar las mentes del pueblo llano y obtuso que, de una forma u otra, finalizan arruinando la cultura. Su medida preferida: los libros, sean como sean, destrúyelos ¡Todos a la hoguera! Su mantra ideal, ¡Malditos libros, leer te llevará al infierno!

Hechiceros, sumos sacerdotes, pontífices, obispos, inquisidores, dictadores, militares, políticos, censores? son flor, nata y causantes de las mayores tragedias culturales de la historia.

Lo sucedido en Río de Janeiro con el Museo Nacional de Brasil, dentro de la política cultural que practican casi todos los gobiernos, es un suceso normal, pues de forma taimada o directamente, a la menor ocasión, rebajan a mínimos los presupuestos para el correcto mantenimiento de dichas instituciones. En este caso el país despilfarró hasta las cejas para organizar un Campeonato Mundial de fútbol y no fue capaz de instalar un sistema antiincendios en el mejor museo del país. Ahora vienen las lamentaciones, hipócritas hasta decir basta, pues en el fondo les importa un bledo.

Que hechos como este se pueden trasladar a cualquier lugar del mundo, por supuesto. ¿A Europa, España, Asturias, Oviedo? También. ¿Cuánto tiempo llevan las bibliotecas asturianas con presupuestos raquíticos o inexistentes para compras y mantenimiento? ¿Museo de Bellas Artes, Arqueológico, Ópera de Oviedo? reciben asignación suficiente para subsistir dignamente? Que Dios nos coja confesados, eso sí.

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