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Catedrático emérito de Cirugía

Julián Clavería, pionero de la urología en Asturias

El 75.º aniversario de la muerte del insigne cirujano y el traslado del busto que lo recuerda en el viejo HUCA

Se cumplen este año los setenta y cinco de la muerte de Julián Clavería Gonzalo, uno de los más ilustres cirujanos asturianos que merece ser recordado por su extraordinaria trayectoria profesional y humana.

Perfil biográfico. Su nacimiento tuvo lugar el 13 de junio de 1885 en Oviedo; la mayoría de las referencias biográficas lo sitúan en la parroquia de Santa Eulalia de Colloto, aunque el asiento del registro civil lo refiere como nacido en la casa paterna sita en la Puerta Nueva Alta. Su padre era Ramón Bautista Clavería, natural de La Felguera y cirujano del Hospital Provincial del Convento de San Francisco (que pronto dejaría paso al llamado Hospital-Manicomio de Llamaquique) y su madre Josefa Gonzalo Olaquey, natural de Pamplona. Contrajo matrimonio en Santander en 1918 con Dña. Pastora Mercedes Tova y Piedra, natural de esta ciudad y residente en Solares. Falleció en Oviedo el 3 de noviembre de 1943.

Formación académica y actividad profesional. Estudió el bachillerato en Oviedo y posteriormente se licenció en Medicina en la Facultad de Medicina de San Carlos de Madrid, en junio de1907, doctorándose en noviembre del mismo año. Como soldado del 6º Regimiento Mixto de Ingenieros ingresó en diciembre del mismo 1907 en la llamada Reserva Facultativa Gratuita, que equiparaba a oficiales a los soldados médicos y farmacéuticos, siendo destinado por tres meses a la Clínica de Urgencias de Madrid. Terminadas sus obligaciones militares comienza su andadura por Europa que cristaliza en el Hospital Necker, de París, donde permanece cerca de tres años al lado del profesor Albarrán, de origen cubano (español, pues había nacido antes de la independencia de la isla), y quizás el más prestigioso urólogo del mundo en aquel entonces. De vuelta a España consolida su formación quirúrgica con el profesor José Goyanes, en el Hospital General de Madrid. En 1911 regresa a Oviedo y se establece de forma privada (es uno de los fundadores de la Clínica Asturias, después Sanatorio Miñor) para posteriormente, tras un periodo de becario, opositar de forma sucesiva a los cargos de agregado y de numerario en el Hospital Provincial (1915 y 1919 respectivamente). Es designado jefe del servicio de Urología siendo así que puede considerarse pionero de esta especialidad en Asturias. Su servicio adquirió fama notable y era punto de atracción para numerosos urólogos de todo el país, que lo visitaban para aprender de su magisterio. El estallido de la Guerra Civil le sorprende en la zona republicana en Solares, disfrutando de un permiso de fin de semana, por lo que no puede reincorporarse al Hospital de Oviedo. Tras permanecer en aquella provincia durante unos meses es destinado al hospital instalado en Covadonga, en el edificio del Hotel Pelayo, desde abril a septiembre de 1937, siendo destinado, al aproximarse las tropas nacionales, al Hospitalillo Moriyón de Gijón hasta el final de la contienda en Asturias. Persona de ideas conservadoras estaba afiliado al Partido Liberal Demócrata de Melquíades Álvarez, pero sin tomar parte activa en la política. Debido a su actividad al servicio de la República debió someterse a un expediente de depuración que fue resuelto favorablemente y en 1938 regresa a su servicio del Hospital Provincial, donde permanece hasta su muerte en 1943. Era tal su prestigio que, anecdóticamente, el autor de estas líneas recuerda en su niñez, y cuando no sabía en absoluto quién era el personaje, oír con mucha frecuencia "Esto no lo arregla ni Clavería" para referirse a cualquier situación de difícil solución del índole que fuera.

Vertiente humana. El Dr. Clavería era reconocido unánimemente como humilde, refinado, bondadoso y de trato exquisito. Muy aficionado a la música, tenía gran amistad con Maurice Ravel, gracias a la cual el célebre compositor francés dio un concierto en Oviedo. Pero sobre todas estas cualidades destaca la de su desinterés económico, existiendo multitud de referencias a su comportamiento caritativo con los pacientes necesitados, desde no cobrar honorarios hasta prestar ayuda económica cuando percibía condiciones de marcada pobreza. Un episodio muy destacado de sus convicciones cristianas es el concerniente a la imagen de la Virgen de Covadonga, que azares del destino hacen que D. Julián se encuentre en ese momento en aquel lugar del bando republicano, pero tan entrañable para todos los asturianos de cualquier ideología. La Basílica había sido desprovista de toda representación religiosa, pero el edificio había sido respetado y convertido en cinematógrafo y salón de baile. No así la Santa Cueva, que había sido pasto de las llamas. ¿Y la imagen de la Santina? Debido al pésimo efecto propagandístico que tendría para la República su destrucción, el ministro Indalecio Prieto, asturiano de cuna, ordenó al Consejo de Asturias y León la búsqueda de la imagen y que fuese trasladada a la embajada española en París. Se designó para la primera parte de esta misión al delegado provincial de Bellas Artes, Faustino Goico Aguirre, célebre pintor y escultor, cartelista de la propaganda republicana y, ya en la posguerra, autor de obras de tanta belleza como los bajorrelieves de la fachada del Instituto Nacional de Previsión (hoy Servicio de Salud del Principado). Este ya tenía la desagradable experiencia de la rotura por dos milicianos de la imagen de la Virgen colocada en la portada de Santa María de la Oliva de Villaviciosa. Advirtió al comandante Higinio Carrocera de la importancia artística de dicha escultura, el cual le prometió que no se repetirían desmanes de este tipo; Goico se quedó impresionadísimo cuando al día siguiente se enteró del fusilamiento de los dos milicianos. Volviendo a Covadonga, se encontró con que el cirujano jefe era el Dr. Clavería, al que conocía y admiraba. La confianza era mutua, de tal manera que Clavería le confesó que la imagen, salvada del incendio no se sabía cómo, estaba guardada por unas monjas que tenía camufladas como enfermeras, La imagen, desprovista de las coronas de la Virgen y el Niño que el Cabildo había llevado a Oviedo antes de comenzar la guerra, fue trasladada a Gijón, guardada en el Ateneo Obrero y desde allí a París, custodiada por el profesor Eleuterio Quintanilla, donde permaneció hasta el final de la guerra. Existe otra versión compatible con la relatada, si se analizan las fechas, de que la ocultación y custodia de la imagen había sido obra de la encargada de la lencería del hospital, llamada Marina, y de la esposa del Dr. Luis Laredo (Ángeles López Cuesta), que había sido destituido poco antes por el nuevo director del Hospital, un fontanero de Las Caldas de nombre Agapito González. En cualquier caso, la gestión de Goico Aguirre con el Dr. Clavería no admite dudas y está referida en el informe que presentó al gobierno regional. La personalidad humana del Dr. Clavería caló tan profundamente en Oviedo y en Asturias que su sepelio en Oviedo fue el más multitudinario conocido hasta entonces. Como refirió una conocida floristera de la ciudad, nunca había visto tal número de coronas, que pasaba del centenar.

Reconocimentos. Clavería figura en el selecto catálogo de Médicos Históricos de la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid. El Ayuntamiento de Oviedo dedicó una importante calle de la ciudad a D. Julián en 1956. También se le dedicó otra importante vía en la que quizás fue su parroquia de nacimiento, Colloto. Finalmente, por suscripción popular, se erigió un busto realizado por el célebre escultor Víctor Hevia, que fue colocado frente a la entrada del edificio principal del Hospital General en el curso de un homenaje que la Beneficencia Provincial (Diputación de Asturias) le dedicó y que tuvo lugar el 28 de abril de 1963, es decir, veinte años después de su muerte. Es una pieza escultórica magistral en piedra que muestra a un Clavería joven, de mirada bondadosa, vestido informalmente y en actitud de hojear las páginas de un libro; refleja de manera inmejorable su sencillez y afición al estudio. Por cierto que hay un error de fechas en el pedestal de fácil corrección, y sería idóneo este momento para hacerlo, ya que figura como año de nacimiento 1886 (había nacido en 1885). Hay clamor en que dicho busto sea trasladado al nuevo Hospital. Personalmente aduciría cuatro argumentos: en primer lugar, que no se trata de colocar un busto del Dr. Clavería, sino de reponer el que ya existe; en algún modo puede decirse que un pequeño apéndice de las instalaciones del antiguo HUCA que aún no ha sido trasladado. En segundo lugar, que supondría un complemento estético de las nuevas instalaciones hospitalarias, por su belleza y por el prestigio de su autor. En tercer lugar, que, en estos tiempos en que tanto pesan las dificultades económicas, no supondría ningún gasto para el erario pues el insignificante costo de su reposición ha sido asumido por el Colegio Oficial de Médicos de Asturias. En cuarto lugar, como reflexión final y ante las manifestaciones de las autoridades autonómicas de que se está estudiando su emplazamiento: ¿dónde mejor que en los jardines situados delante de la fachada sur del nuevo HUCA, mirando a Colloto, muy probablemente lugar de su venida al mundo y, en cualquier caso, tan entrañable para la familia Clavería?

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