Poco queda del brillante pasado del Gijón naval, una industria que se vio sometida, en el último tercio del pasado siglo, a una reconversión brutal que convirtió a los antaño florecientes astilleros de la bahía gijonesa en arqueología industrial. En los años cuarenta llegaron a convivir en esta ciudad seis astilleros que daban empleo a más de seis mil trabajadores, entre propios y auxiliares. Hoy sólo uno de ellos mantiene la actividad, desde que Armón se hizo en 2011 con los activos de Juliana, empresa filial de Factorías Vulcano, que se encontraba en situación concursal.

La época en que cada dos meses se bautizaba un barco pesquero construido en los diques gijoneses o el tiempo de la botadura de grandes quimiqueros ya no volverá, pero al menos cabe destacar que la construcción naval no se ha perdido del todo en Gijón, puesto que Armón va a empezar a construir en sus instalaciones de El Natahoyo y por encargo de un armador un ferry de 125 metros de eslora, dotado de tecnología punta.

Desde que la firma radicada en el occidente asturiano se hizo cargo del último astillero gijonés, han sido frecuentes las buenas noticias en torno a esta instalación industrial. Primero fueron los barcos atuneros encargados para ampliar su imponente flota por el empresario asturmexicano Antonio Suárez, y ahora este ferry, que garantiza carga de trabajo para los dos próximos años a una empresa que cuenta actualmente con unos doscientos empleados.

Esta misma semana, el decano del Colegio Oficial de Ingenieros Navales, José de Lara, manifestó en Gijón que el futuro del planeta pasa por los océanos y por la economía que el mar genera, ya no sólo en los municipios costeros. El crecimiento azul supone ya una corriente económica tan importante como la transformación digital, relató De Lara, quien situó a la construcción naval en el mismo paquete de relevancia que el transporte marítimo, la pesca, la actividad portuaria y las energías renovables marinas.

En la línea por competir con empresas del sector más relevantes, tal vez haya llegado el momento de ampliar las gradas y el calado del astillero de El Natahoyo, lo que le daría la posibilidad de recibir encargos de barcos de mayor tamaño y porte. Esa opción se barajó hace un par de años, cuando estuvo a punto de cerrarse la construcción de otro ferry de 180 metros de eslora para Naviera Armas, aunque la negociación no llegó a cristalizar.

Sería otra buena noticia para garantizar la pervivencia de una instalación cuyo valor simbólico es innegable, pero que sobre todo puede servir de ancla para el futuro de la economía azul en Gijón, una ciudad que necesita sumar actividad empresarial para salir de la crisis.