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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Villaviciosa, hermosa

Conocen ustedes de sobra la peculiaridad de Villaviciosa: es, junto con algunas otras villas asturianas, una de las escasas poblaciones que resisten la tendencia centrípeta del país. Su cercanía a Uviéu y Xixón, que permite vivir en La Villa y trabajar fuera; su condición de capitalidad de un entorno rural menguante pero existente; su atractivo paisajístico y recreativo, con la ría y sus playas; el mantenimiento de un urbanismo amable, que no ha afeado la ciudad, y que ha realizado con acierto las nuevas urbanizaciones; la permanencia, aunque disminuida, de una cierta industria, hacen de ella una ciudad amable para vivir, visitar y disfrutar.

Pero, ¡ay!, latet anguis in herba, acecha la serpiente en el paraíso y, como siempre, bajo los parques de la ciudad corren las alcantarillas.

Desde hace siete años la ría de Villaviciosa está cerrada al marisqueo por la contaminación existente en la misma. Al margen de algún vertido industrial, ocasional pero mortífero, la razón de ese cierre es la contaminación por heces: el saneamiento de La Villa, comenzado hace más de tres lustros, no se ha concluido.

Los efectos de esa mala política salen ahora a flote: un juzgado de Xixón acaba de condenar al Ayuntamiento a pagar a uno de los mariscadores de la ría que, por causa de la contaminación, lleva sin poder realizar su actividad todos esos años. Detrás irán los demás seguramente, una veintena. El costo para el Ayuntamiento se estima en 200.000 euros.

Y al respecto de esto, se han aireado deudas anteriores del Ayuntamiento provocadas por otros pleitos perdidos. Y, naturalmente, sobre pleitos, dineros y culpas, el anterior alcalde, José Felgueres, y el actual, Alejandro Vega, se han dedicado a echarse las culpas mutuamente, es decir, a entonar la canción preferida de la política asturiana, el final del Baxaren cuatro alleranos, el "que tan vaina yes tú como yo".

Entretenido, pero la mierda sigue fluyendo.

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