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Cuarto de fanega

Las rurales también son de Venus

Es el momento de huir de estereotipos sobre la mujer del campo para reclamar una igualdad real de oportunidades

Más del 80% del territorio de Asturias es rural. A él pertenecen quienes lo habitan y también los que lo visitan. Es cierto que las alas regionales pierden peso y el grueso de la población se aglutina en torno al gran centro de la región. No es menos verdad que las mujeres que viven en pueblos, aldeas y villas no tienen hoy nada que ver con los estereotipos que imperaban hace tres o cuatro décadas.

La celebración del Día Internacional de las Mujeres Rurales, al que la ONU ha asignado la fecha del 15 de octubre -precisamente el día que se conmemora a Teresa de Ávila, religiosa e intelectual que se preocupó de las campesinas de Castilla- regresa cada año a viejos lugares comunes y no contribuye a abordar los auténticos retos. La mujer del campo -tan de Venus como las de la ciudad- compra en tiendas "low-cost", lleva a los niños al cole en su coche y hace tertulia con las amigas cuando puede, como el resto de las mortales. También tiene una marcada identidad propia. En ningún caso es la hermana menor de la mujer urbana, que muchas veces la mira con envidia. Los problemas de unas y otras son bastante parecidos. La mayoría soportan duras jornadas de trabajo, se encargan de casa, hijos y cuidados a los mayores. Están pendientes de todo y todo pasa por ellas. La gran diferencia estriba en los servicios y oportunidades que unas y otras tienen al alcance. Vivir en un pueblo aporta el impagable contacto diario con la naturaleza y una paz difícil de encontrar en la urbe. A cambio dificulta el acceso a la educación, sanidad, cultura, ocio y empleo. Ésa es la verdadera batalla por la igualdad y la dignidad que debe ganar la mujer del campo. Ésa y no otra. Por otro lado, también es una batalla que afecta a los hombres. Entrar en otras consideraciones que nada tienen que ver con el campo y sí mucho con la política en nada beneficia a la causa de esas madres, hijas, esposas o hermanas que han decidido o se han visto abocadas a vivir en la aldea. Decir que la mujer no tiene voz en el campo suena un tanto raro en Asturias, donde el matriarcado se ha perpetuado a lo largo de los siglos con una larga tradición de mujeres fuertes y valientes.

Hace unos días en un debate sobre despoblamiento celebrado en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, Jaime Izquierdo, el inventor de la teoría agropolitana, citaba al presidente Pompidou, cuando decía en 1971 que "Francia no debe por ningún precio convertirse en un gran complejo de aglomeraciones urbanas dispersas por un desierto verde". Asturias y España, tampoco. Sin mujeres no será posible. Las jardineras del paisaje siguen siendo ellas.

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