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Juan Gaitán

Las cosas inútiles

Tuvimos una vez un ministro de Educación que condenó a muerte a todos los filósofos porque creía que sólo las cosas útiles nos darían la felicidad

Pensar es el trabajo más difícil del mundo. Pensar es doloroso, agotador? Es algo que se hace siempre con los pies fríos y la cabeza caliente, como en aquel refrán que yo le escuchaba a los viejos cuando, de niño, pegaba la oreja a sus conversaciones al sol buscando palabras y luz.

Pensar es peligroso. Siempre hay un lugar en el mundo donde lo es, y a veces lo es en el mundo entero. Pensar es el reducto último de libertad que tenemos las personas, pero nunca falta quien ve la libertad (del otro) como un peligro y trata de atajarlo como sea. A Pitágoras lo asesinaron por negarse a cruzar un campo de habas; Sócrates fue condenado al envenenamiento por cicuta y también Séneca sufrió una condena similar. A Hipatia la linchó una multitud de cristianos furiosos, que le arrancaron la piel utilizando conchas de ostras; Boecio fue torturado y muerto a garrotazos por orden del rey Teodorico; a Tomás Moro lo decapitaron y su cabeza, clavada en la punta de una lanza, se exhibió en el Puente de Londres; Giordano Bruno fue quemado en la hoguera por la Inquisición. Ya más cerca de nuestro tiempo, Moritz Schlick fue asesinado por un estudiante que después ingresó en el partido nazi y Edith Stein murió en Auschwitz.

Y, ya en nuestra contemporaneidad, tuvimos una vez un ministro de educación que condenó a muerte a todos los filósofos porque creía (no diré pensaba, pensar no estaba entre sus posibilidades) que solo las cosas útiles nos darían esa felicidad burguesa de cine de barrio que tanto añora alguna gente, esa del seiscientos, la lavadora y la quincena en Benidorm, todo muy Martínez Soria. Un ministro, por tanto, que vio la oscuridad hasta el punto de pensar que para qué iban necesitar los estudiantes españoles la filosofía, si con eso no se come, si lo que hacía falta era mano de obra, de modo que mandó sacarla de los planes de estudio, enterrarla hondo.

Ahora, en un rapto de justicia y de inteligencia al que no nos tienen acostumbrados, en el Congreso se ha aprobado por unanimidad la vuelta de la Filosofía a las aulas. La Filosofía, lo ha dicho Emilio Lledó, "es una conciencia crítica en el seno de la historia. Es necesario que la Filosofía se convierta para los chicos en una reflexión crítica sobre el mundo o la palabra". La Filosofía, como todas las cosas inútiles (las artes plásticas, la poesía, la música), sirve para construir seres libres, propietarios de sus propias vidas, críticos ante la sociedad y el mundo y con un marcado sentido de la belleza. Eso que da tanto miedo a esa gente que me da tanto miedo a mí.

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