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Vox o el fantasma de la extrema derecha

A propósito de las imágenes de más de nueve mil personas abarrotando el Palacio de Vistalegre en un mitin del nuevo partido político

En 2011, el joven Fabien Engelmann, antiguo militante trotskista y líder sindical de la C.G.T. (Confédération Générale du Travail, de orientación comunista), se presentó como candidato del Frente Nacional en las elecciones cantonales del departamento de Mosela, en el noreste de Francia. El caso de Engelmann, actual alcalde de la localidad de Hayange por el partido de Le Pen, no fue más que la constatación de que el discurso de la extrema derecha francesa había calado en amplias capas de los jóvenes y de las clases populares, históricos votantes del Partido Comunista Francés.

Por ello, ha bastado con que aparezcan, en todos los medios de comunicación, las imágenes de más de nueve mil personas, abarrotando el Palacio de Vistalegre en un mitin del partido político Vox para que muchos comentaristas comiencen a invocar el peligro, agitando el espantajo de la extrema derecha en nuestro país. Y al respecto, hago una reflexión: Si todos esos eventuales votantes, que al parecer van a conseguir que dicha organización salga de las tinieblas y tenga representación parlamentaria en próximos comicios, son jóvenes o desencantados que acuden a las urnas por vez primera, o bien gente proveniente de otros espacios ideológicos (léase, antiguos votantes de partidos de izquierda), desde luego, este país tiene un problema. Si, por el contrario, todos ellos son, al igual que su líder y fundador, Santiago Abascal, antiguos votantes de Alianza Popular y su sucesor, el Partido Popular, desencantados con la deriva de dicha organización tras la llegada al poder de Rajoy, el problema, entonces, lo tendrá el principal partido de la derecha en este país y su joven y aseado dirigente, Pablo Casado; y quizás, también, la otra fuerza política con la que se van a repartir los votos más conservadores, Ciudadanos.

Y así, a pesar de que muchos analistas sitúan a Vox en la órbita de los partidos y de las organizaciones de la extrema derecha, en auge en toda Europa, lo cierto es que la formación ultraderechista patria no es más que otra de las excrecencias del mal llamado "procés" catalán. Así, mientras que las principales fuerzas políticas de la extrema derecha europea (la Liga italiana, o el Frente Nacional francés, entre otros) se presentan como movimientos netamente contrarios a la Unión Europea, apostando por las políticas sociales y de protección de sus nacionales frente a la Europa de los "mercaderes" y de las élites políticas y sociales, Vox, por el contrario, defiende unas propuestas decididamente ultraliberales, con bajadas drásticas de impuestos, privatizaciones y recortes en ese Estado del Bienestar, nefasta creación de todos esos progresistas derrochadores europeos, y principal culpable del "efecto llamada" que hace que nuestros países se llenen de inmigrantes llegados del Tercer Mundo.

Y ello, porque, en realidad, Vox se presenta ante la sociedad española, como esa fuerza que va a lograr lo que las otras dos organizaciones del centro derecha no han tenido las agallas de hacer, en la defensa de la sacrosanta unidad nacional. Propugnan, así, un nacionalismo español sin complejos, agresivo, excluyente y uniformador, postulando, incluso, la supresión del Estado de las Autonomías contemplado en nuestro texto constitucional.

Así, esa postura de numantina defensa de la identidad nacional, con tintes xenófobos, junto a un acendrado conservadurismo social (no al aborto, defensa a ultranza de la familia tradicional), combinado, todo ello, con un ultraliberalismo sin concesiones en el ámbito económico, más que a las derechas europeas, lo acercan a fuerzas existentes al otro lado del Atlántico, como son los llamados neoconservadores estadounidenses, o el propio Bolsonaro en Brasil. Nos encontramos, pues, con algo así como una puesta al día de nuestro nacionalcatolicismo, limpio ya de adherencias franquistas, en una suerte de "neocons" castizos, que, a falta de un himno nacional con una letra como Dios manda, no dudan en cantar, a voz en grito y en sus actos públicos, el " Y viva España" del gran Manolo Escobar. Todo un alarde de modernidad.

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