Ciertamente, el PSOE gijonés está matemáticamente partido en dos, con una relación de fuerzas muy ajustada entre los barbonistas y los que no lo son, o lo son menos -y que lo acabarán siendo cuando llegue la hora de engrasar la maquinaria electoral y convenga remar a una para conducir la gabarra en buen derrotero-. A los socialistas sólo les vale un resultado en los comicios de la próxima primavera: el que les permita recuperar la Alcaldía, después de ocho años de barbecho y travesía del desierto.
En mayo de 2019 se va a dilucidar en Gijón qué reunión de fuerzas cosechará la mitad más uno de los concejales en liza, o sea 14 de 27. ¿Volverá a repetirse el resultado de hace cuatro años y habrá reedición del desencuentro de la izquierda que permitió a Moriyón un segundo mandato? ¿Será el centro-derecha quien sume la cantidad de apoyos que dé la opción, durante cuatro años más, de mantener a raya a socialistas y podemistas?
En el primero de los casos, y teniendo en cuenta que la candidata Ana González acaba de asegurar que buscará un acuerdo con Podemos "por activa y por pasiva": ¿Van a pesar en esas negociaciones las malas relaciones personales, que son vox populi, entre quien encabezará el cartel electoral del PSOE en Gijón y Mario Suárez del Fueyo?
A los foristas, por otra parte, no han agradado las recientes declaraciones de la candidata socialista a este periódico, en las que defendió que pasear por la ciudad "es ver desidia" y en las que llamaba a filas para "recuperar la dignidad". Los aludidos responden acusándola de cunera y de haber comprado acciones del Oviedo cuando era consejera. Bienvenida, a la guerra, compañera.
