Quienes siguen más de cerca el mercado mayorista de la luz -un arcano sólo digerible para ingenieros, financieros y friquis del kilovatio- estaban ayer pendientes de cómo cerraría el mes el precio que allí se fija y que representa un tercio de la factura (el resto son costes regulados e impuestos). La enjundia del dato estribaba en que octubre fue el primer mes completo en el que estuvieron vigentes las medidas de urgencia impulsadas por el Ministerio de Transición Ecológica para contener la escalada de la luz. El resultado ha sido prometedor: el precio medio del megavatio ha bajado el 9,5%, de 71,27 euros en septiembre a 65,09 en octubre, según datos de la consultora energética ASE.
¿Es atribuible a las medidas del Gobierno, la principal de ellas la suspensión del impuesto sobre las generación (7%)? Leo Gago, analista de ASE, cree que el recorte fiscal a los productores influyó, aunque no ha sido el único factor y quizá no el más importante.
El viento se alió con los consumidores y con la ministra Teresa Ribera este octubre. La producción eólica duplicó su peso en la dieta eléctrica (20,6% de la generación), reduciendo el llamado "hueco térmico" y por tanto el número de horas en las que las centrales más caras (carbón y gas y ahora también las hidráulicas) marcaron el precio.
Pero el mercado sigue en niveles extraordinariamente altos. ¿Por qué? Han subido el gas, el carbón, los bonos de CO2...Pero hay otra respuesta que está en el agua y en una práctica más legal que ética: el kilovatio hidroeléctrico, con costes variables ínfimos (combustible, personal...), es ofrecido por las compañías al precio más caro en un mercado (marginalista) donde, sobre el papel, las ofertas deberían reflejar los costes variables de cada central. Hay una vía de agua en el sistema y algunos está haciendo mucho dinero con ella.
