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Sol y sombra

Epitafios y recuerdos

Con la muerte se bromea de un modo extraordinario

Hay quienes piensan que la muerte es un asunto demasiado serio como para bromear con él. Se equivocan. Con la muerte se bromea extraordinariamente bien, salvo cuando se recibe su visita inesperada. Pero no antes, mientras la vida florece de alguna manera.

Es verdad que la mayoría de las veces no muere uno porque se empeñe en ello. Sade decía y así figura de epitafio en su lápida del cementerio de Charenton, que si no se vive más es porque no da tiempo. Un cursi sostuvo en algún lugar que los epitafios representan las voces de piedra de la muerte. Sin necesidad de ponerse grave, Ramón Gómez de la Serna escribió con envidiable ingenio que son las últimas tarjetas de visita que nos hacemos.

A Groucho Marx se le atribuye una de las más ingeniosas que recuerdo: "Perdonen que no me levante", que, sin embargo, no está inscrita en su tumba del Eden Memorial Park de San Fernando, Los Ángeles. Sí, en cambio, la de Jean-Baptiste Poquelin en el Père Lachaise de París, donde los curiosos pueden acercarse y leer: "Aquí yace Molière, rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y la verdad es que lo hace bien". El gran genio creador que era Rabelais también se refirió al teatro. "Qué baje el telón, la farsa terminó". Cualquiera podría estar riéndose un buen rato con los epitafios ilustrados y con los anónimos. Por sí solos son un maravilloso y humorístico género literario.

Cientos de asturianos visitaron ayer en los cementerios a los difuntos, otros no pero se acordaron de ellos. Ábalos, en concreto, volvió a reverdecer a Franco. Mañana saldrá el sol después de unos días de lluvia. Menos mal.

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