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Latidos de Valdediós

La tristeza de no ser santo

La bondad como raíz y fundamento de la felicidad y de la alegría

Es cierto que en la vida de las personas hay tristeza y sufrimiento. No voy a entrar ahora en el sentido que tiene, ni en la que me parece la mejor manera de enfocarlo. Es una realidad y es así: vamos a asumirlo cuanto antes. La cuestión sobre la que estoy reflexionando hoy es qué es lo que me duele y me pone triste. Una persona a la que quiero entrañablemente escribió: "Siento una tristeza honda y profundísima cuando alguna vez descubro mi corazón inclinado al mal." Me impresionó la primera vez que lo leí y me sigue impresionando; y quiero compartirlo con mis lectores en este viernes en que acabamos de celebrar la fiesta de Todos los Santos, porque no son otra cosa los santos sino aquellos que vivieron de verdad y hasta el fondo esa lucha por erradicar el mal de su propio corazón.

Y esto me lleva a preguntarme qué es lo que me entristece a mí en la vida, hacia dónde la he orientado, dónde está mi preocupación y dónde mi alegría? Para los no creyentes todo esto puede sonar raro, pero aunque no se tenga fe cristiana? la bondad (que es la quintaesencia de la santidad) siempre es una riqueza, que no es patrimonio exclusivo de católicos, curas y monjas. ¡No! La bondad es la raíz y el fundamento de la felicidad y de la alegría, una opción de vida que la transforma y la llena de sentido.

Es una lástima que nos agobiemos por bobadas, que nos pasemos la vida comparándonos con el de al lado y peleando por ser estimados, más valorados, más tenidos en cuenta? que nuestra imagen o nuestro nombre queden bien, que peleemos por ganar más dinero o más prestigio, que nos duela que mi vecina sea feliz? esas cosas que, desgraciadamente, son tan humanas y -al mismo tiempo- tan rastreras? Preocupaciones y afanes que solamente nos conducen al malestar, a la tristeza y a la frustración.

Y es cuando yo me pregunto: ¿voy a permanecer en esa dinámica de vida? ¡No! ¡Me niego! Me comprometo desde hoy a luchar para que la única tristeza que entre en mi corazón sea consecuencia de descubrirlo falto de amor y de bondad e inclinado al mal. ¡Esa es la única tristeza verdadera! Ese es el único mal real: no amar lo suficiente, dejar que el egoísmo y el mal -en cualquiera de sus formas- gane terreno en mi corazón. ¡Qué tristeza y qué preocupación cuando detecto en mí alguna traza de envidia, algún sentimiento no bueno! Renovemos nuestro compromiso a muerte con el bien y el amor, como hicieron los santos, y no nos rindamos por mucho que nos digan que no hay que ser exagerados ni extremosos y que ser malvados a veces es normal e inevitable. No nos creamos esa mentira y comprometámonos con la bondad hasta las últimas consecuencias; de esa manera seremos santos. Ya veis que no es tan extraño ni raro eso de la santidad. Un fuerte abrazo y hasta el próximo viernes

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