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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Sonata de otoño

Cuando nos invade la nostalgia, cuando nos embarga el recuerdo de los que ya no están, de los que se fueron antes; cuantas veces nos ahoga, en el atardecer de cada otoño gris, la fugacidad de las horas y la marcha militar imparable del minutero regresan a la memoria los versos latinos que, de añejos, son imperecederos: "Coge, niña, las rosas mientras existe la flor fresca y la nueva juventud y recuerda que así corre tu tiempo". El tiempo es riqueza de la que somos avaros, pero un día descubres que has consumido ya media existencia sin caer en la cuenta de que la cuenta se acorta, que tal vez el árbol del calendario ha visto desparramarse la mitad de las hojas, que los días renquean y se aproxima el reino del atardecer, el que precede a la noche oscura. El tiempo huye imparable y como la vida es un camino con estación final, cabe reconocer que vivir es ir muriendo a diario. "Cotidie morimur", que escribió Séneca. No es pesimismo existencial, sino una evidencia que, sin embargo, conviene desterrar y sacudirse al modo poético de Luis Alberto de Cuenca, cuando asoma su versión atolondrada del poema clásico: "Niña, arranca las rosas, no esperes a mañana. Córtalas a destajo, desaforadamente, sin pararte a pensar si son malas o buenas. Que no quede ni una. Púlete los rosales que encuentres a tu paso y deja las espinas para tus compañeras de colegio".

Tal vez ésa sea la lección del día, en la jornada posterior a la celebración de los difuntos, de calabazas huecas y tenorios: aprovecha el momento, agarra el día, que no marchite la rosa el viento helado. Desmembra el rosal antes de que, como apuntó Garcilaso, el viento airado cubra de nieve la hermosa cumbre.

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