Cuando exportar es lo que importa, la internacionalización se convierte en el camino más seguro para el mantenimiento de la solvencia de las empresas. El problema concurre cuando por el efecto de la crisis y la escasez de empleo, la exportación no afecta sólo a las mercancías sino también a licenciaturas y posgrados. Cuando un país exporta menos productos manufacturados y mercancías que talento, a medio plazo se resentirá la balanza de la inteligencia. Y el producto interior bruto se embrutecerá aún más.
Los recién licenciados emigran, como las exportaciones, porque no hay trabajo suficiente a la medida de su formación en su lugar natal o en su país incluso. El del trabajo es un mercado de reacción lenta, al contrario de lo que ocurre con el mercado de capitales, cuyos movimientos son rotundos e instantáneos. Pasará aún mucho tiempo desde la consolidación de la mejora económica hasta que los índices de desempleo se reduzcan a niveles cercanos a la época anterior a la crisis, que parece que lleva con nosotros un siglo, que parecía superada y que amenaza con regresar de inmediato. Preocupa el empleo de los jóvenes y preocupa su incesante marcha por lo que supone para el envejecimiento del país y el deterioro de su sistema circulatorio, cada vez con menos sangre nueva.
Ser joven en España es profesión de riesgo. El empleo es un bien escaso, y los que encuentran trabajo han de conformarse con una actividad y un salario de inferior categoría al que correspondería a su capacitación: mal va un país donde el café del bar lo sirve un ingeniero.
