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Eloy Méndez

Vivir en la mediocridad

La insólita ratificación de Baraja tras revolucionar el once inicial en Almería y la opción de José Alberto como recambio más lógico

Decían los liberales decimonónicos que propiciaron el derrocamiento de Isabel II en 1868 que las revoluciones se hacen para ganarlas o para morir. Pero ahí está la directiva del Sporting para llevarles la contraria un siglo y medio después. Baraja seguirá un partido más en el banquillo a pesar de haber puesto patas arriba el once titular en Almería con el mismo resultado de siempre: la nada. Porque lo peor de este equipo no son ya sus resultados sino su raquítica presencia. Es insípido y pusilánime. La viva imagen de un entrenador que lleva mucho tiempo en permanente estado de depresión, mirando al terreno de juego como si no supiera que crece la hierba o respondiendo en las ruedas de prensa como quien habla consigo mismo delante de un whisky en la barra de un bar.

Afirmar que el Sporting no fue algo mejor en el estadio de los Juegos Mediterráneos que en partidos precedentes sería mentir. Pero también lo sería decir que la derrota fue injusta, aunque un linier mal situado anulara el golazo de Cristian Salvador. Una de las desgracias de haberse instalado en la mediocridad permanente es precisamente esa: que ni los rivales ni los árbitros te respetan por más que pese la historia del escudo. Pero no es la peor porque peor aún es la sensación de hartazgo que atrapa a la masa social, narcotizada por el desencanto. Es como si a las gentes rojiblancas se les hubiera robado incluso el derecho al pataleo, las ganas de gritar.

La jornada de ayer sólo fue un capítulo más del sainete que guioniza la propiedad. No hay una sola razón para que Baraja siga al frente del equipo, a no ser que Torrecilla tema un repentino efecto dominó a las puertas de Navidad, algo del todo improbable porque esta historia ya la hemos visto, aunque él quizás no la conozca. El director deportivo tiene garantizado llegar hasta el verano, cuando se convertirá en el nuevo cortafuegos si no se obra antes el milagro. Y así vamos tirando. Cualquier aficionado de corazón sabe que José Alberto es el recambio lógico para coger este barco a la deriva. Apostar por Mareo nunca sale a deber. El problema es que las decisiones del Sporting no se toman en clave sportinguista.

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