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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Matar al emisario

El tubo submarino de Aboño y su preocupante mal estado de conservación

Desde tiempos inmemoriales, los emisarios han tenido mala prensa; tan mala que matar al emisario es sinónimo hoy día de cargarle el mochuelo a la prensa cuando difunde noticias que no interesan al sujeto de la información, que en lugar de reconocer su responsabilidad prefiere emprenderla con los periodistas. "Nadie ama al mensajero cuando trae malas noticias", se lee en un pasaje de la "Antígona" de Sófocles.

Al mensajero lo matan desde muy antiguo, tal como relata Plutarco en una de sus "Vidas paralelas", cuando el rey armenio Tigranes ordena decapitar al heraldo que se postra a sus pies para anunciarle el avance del ejército romano al mando de Lúculo. También el rey Boabdil mata al mensajero y quema las cartas que portaba con la noticia de la caída de Alhama. Tal se explica en un viejo romance.

Despachar al portador de las malas noticias es como disparar al pianista en el "saloon" del Oeste, cuando los cuatreros resolvían a tiros, ebrios de whisky, sus cuitas forajidas con el sheriff de la localidad y alguna bala acababa en la espalda del músico o le astillaba el instrumento.

El emisario al que a día de hoy están matando en Asturias -o acaso lleve años moribundo y nos enteramos ahora de su agonía- es el de Aboño y submarino. Y trae malas nuevas por un tubo: no le han cortado la cabeza como al embajador de Tigranes o al de Boabdil, pero le han desaparecido 150 metros de tubería, que no se sabe cuándo ni cómo. Habrá que mandar otro emisario a Paco Lobatón, a ver si él al menos averigua dónde.

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