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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Alcoa como síntoma

Lo que está ocurriendo con Alcoa es un síntoma que hay que auscultar antes que desarrolle una incurable patología. Puede que se avecine una nueva reconversión industrial que barra de un plumazo la gran empresa asturiana o la deslocalice. Puede que haya que recuperar, en su defensa, las grandes movilizaciones de los años ochenta para evitar el páramo definitivo. Que 50.000 personas tomen Avilés para reclamar la permanencia en su suelo de una empresa que es el sustento directo de cuatrocientas familias supone un hito conmovedor en los tiempos que corren, de ausencia de reivindicación y compromiso, pero puede quedarse en una reclamación minúscula si se reconoce que los malos vientos que soplan por los cuatro cardinales de esta región acaban metiendo el siroco en la cabeza a los propietarios de otras firmas emblemáticas, como Arcelor o Azsa, cuya desaparición o huida generarían un incalculable cataclismo en el empleo y en la economía regional. Si Asturias fuera consciente de que Alcoa no es un picor molesto sino el anuncio de una enfermedad mayor y de costoso tratamiento, cada uno de los 50.000 valientes de Avilés tendrían que haberse multiplicado por diez.

No hay traición en el aviso: se augura la venida inminente de malos tiempos. El mensaje puede pecar de pesimista y los que aún ven la botella medio llena defenderán que Asturias tiene que hacer de la necesidad virtud y reinventarse. Pero la botella se está vaciando y si el poder político no abandona las cuitas partidarias y pone empeño en defender con uñas y dientes el futuro de esta región, tendrán que ser los ciudadanos, no 50.000 sino un millón cada vez más escaso, quienes se lo demanden. En la calle y en las urnas.

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