La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

javier blanco

Crítica

Javier Blanco

"Les Luthiers", arte mayor (y una sobredosis de humor)

Los números del grupo argentino no sólo están vigentes sino que aún van por delante del tiempo

Hay un algo en "Les Luthiers" que supera cualquier razonamiento, también supera la memoria de cada cual. Si alguien pide un resumen del espectáculo es imposible hacerlo porque es imposible recordar tanta genialidad consecutiva, tanto humor inteligente, tanto mensaje escondido (o no) sociopolítico-cultural-musical?

En la entrada del show, con "Las majas del bergantín", ya provocan diversas situaciones de risa continua, que culminan cuando divisan, catalejo en el ojo, un barco pirata con su "jefe" de pata de palo y un loro al hombro, que el "divisador" anuncia como que llega por un lado: "¡Es la eslora!", le rectifican: "Lo decía en general", se disculpa en la creencia que le corregían por el loro ("Es-lora"). Es uno de esos manejos del lenguaje tan maravillosos del grupo argentino, que el viernes estrenó en el Auditorio de Oviedo la antología "Viejos hazmerreíres" ante la euforia, entusiasmo y larguísima ovación del público. Como lo es ese momento del "¡Vaya, vaya!", dicho en expresión de sorpresa, disgusto o satisfacción, que el receptor, interpretado por Carlos López Puccio, entiende como que salga de escena. Hasta que su interlocutor, interpretado por Marcos Mundstock, harto de explicarle que no quiere decir que se vaya, corta las espantadas con un "¡caramba, caramba!".

Se suele decir en cine que tal o cual película no resistió el paso del tiempo. Los números de "Les Luthiers" no sólo están vigentes, sino que aun van por delante del tiempo. De ahí un preso que acabará siendo ministro de Justicia, un narco compinchado con el poder o las disquisiciones de las posiciones de la Iglesia sobre la reproducción asistida o vientres de alquiler.

Todo ello va hilado a través de Radio Tertulia, un programa conducido por Martín O'Connor (que en cada entrada retrocede en el tiempo: empieza a las siete de la tarde y acaba a las diez de la mañana) y Mundstock. Es un programa de tertulianos típico, en el que se analiza y se habla de todo apoyándose en su caso en un culebrón en el que van eliminando actores por picaduras de víbora. El espectador acaba metido en el culebrón e intentando descifrar si uno de los protagonistas es el padre o la madre y otros dos el tío y la sobrina (aunque la sobrina no era tal).

Claro, todo esto y muchísimo más, adornado con una serie de piezas musicales con la base rítmica de sus peculiares instrumentos, desde donde hay guiños al jazz/blues, a la música brasileña (la historia de un cantautor, interpretado por el gran multiinstrumentista Jorge Maronna, que le "levanta" la esposa a uno de los dos guitarristas del grupo), exhibiciones de viento, piano a seis manos o tablas y cuerdas, sin olvidar el "ducha-sound".

Todo un show reconfortante, liberador y antidepresivo que entra en la recta final con una entrevista antológica a uno de los dos grupos protagonistas, "London Inspection" (el otro es "Rebaño", toda una oda a los baños), una entrevista en inglés de "los montes" y traducida sobre la marcha que es todo un tratado sobre el mundo pop anglosajón (una de las canciones se remata con un comentario definitivo: ¡toda una canción protesta!). La sesión culmina con el guiño al maestro Mastropiero, aplaudido por el público, que abarrotó el auditorio ovetense, dos segundos antes de ser nombrado (su apellido), y la presentación de la obra fúnebre que acaba por no ser fúnebre por ausencia del muerto, o así. Sin olvidar la celebrada cumbia filosófica y el canto a la juventud; juventud que liga lo que quiere a base de discoteca y drogas: "¡dónde está esa discoteca, qué drogas toman!", exclaman.

Lo dicho una y mil veces (y las que faltan por decir): humor eterno, humor y arte escénico que se regenera sin alterar la filosofía del grupo; y ahí están las incorporaciones de Tato Turano, Tomás Mayer-Wolf y el citado Martín O'Connor para certificarlo. "Les Luthiers" son una religión, pero no hay cuestión de fe. Lo suyo es terrenal, es arte mayor.

Compartir el artículo

stats