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Luis Gancedo

Los riesgos para el núcleo fabril de la región

Luis Gancedo

Opciones para Alcoa y para Asturias

La existencia de la planta de Alcoa en Avilés es por sí misma una explicación de por qué Asturias es una región fabril y por qué está altísimamente especializada en un tipo determinado de industria (la básica o de bienes intermedios). La abundancia de agua y energía y la fachada marítima para el aprovisionamiento de materias primas propiciaron historicamente la localización y consolidación de fabricaciones metalúrgicas (acero, zinc y aluminio) con una aportación hoy superlativa al negocio del sector secundario (39% de la facturación) y sin la cual la economía asturiana estaría muy cerca de ser un desierto industrial. Más con la minería en extinción, con la generación eléctrica a partir de carbón camino de su propio ocaso y tras los modestos resultados de tres décadas de intentos de impulsar un tejido productivo más diversificado y dirigido a la transformación, con mayor valor añadido.

Como Asturias por otras razones, Alcoa ha terminado con un bajo perfil transformador en España que dice mucho de cómo encaró el negocio cuando en 1998 ganó la privatización de la antigua Inespal. El lote comprendía nueve fábricas de las que sólo conservará dos (las dos plantas de San Ciprián, en Lugo) si se consuman los cierres de Avilés y La Coruña. Por el camino fue vendiendo o deshaciéndose sobre todo de las factorías dedicadas a productos acabados, para centrarse en la alumina (producto intermedio a partir de la bauxita) y en el aluminio primario. Alcoa no vino a España con lo que antiguos directivos de Inespal llamaban "filosofía industrial del aluminio" (apuesta por procesos integrales orientados en último término a la innovación, a las nuevas aplicaciones del producto), sino con una visión financiera (manejo de la producción y de los stocks en función de las cotizaciones internacionales del metal) que por su naturaleza tiende a ser cicatera en las inversiones.

Ello contribuyó con seguridad a acentuar la desventaja tecnológica -sistema Söderberg frente al de precocido, más competitivo en costes energéticos, ambientales y de personal- de unas plantas que estuvieron amenazadas de clausura desde muy tempranamente. La expectativa de que la fábrica de Avilés iría al cierre en un horizonte de medio plazo aparece en documentos estratégicos de Alcoa a partir de los primeros años del siglo XXI, antes de que se cumpliera una década desde la privatización.

Un caso de obsolescencia programada que, aún en la hipótesis de que Alcoa se prestara a negociar ahora una venta, resta opciones para que la planta pudiera continuar dedicada a la misma actividad que hasta el momento (fabricación de aluminio primario mediante electrolisis) y con el mismo nivel de empleo. Ese riesgo se acentúa si añadimos a la cuestión tecnológica y a la desventaja que también supone la reducida escala de la fábrica (90.000 toneladas de capacidad productiva), el precio de la electricidad en España.

Alcoa quiere cerrar en Avilés y en La Coruña por más motivos que el energético, pero soslayar su relevancia es negar una evidencia. Productores de aluminio rusos, chinos o de Emiratos Árabes, blindados por sus estados, abonan cantidades irrisorias por el kilovatio comparadas con las de aquí, a la vez que se benefician de regulaciones ambientales laxas o inexistentes y pagan con frecuencia salarios misérrimos a sus trabajadores.

El precio de la luz y el riesgo de que empeore si la política española para hacer la transición energética resulta más temeraria que sensata suponen una amenaza para los hogares y las empresas españolas y en particular para el núcleo fábril metalúrgico de Asturias. Los gobernantes tienen el deber indeclinable de buscar opciones para Alcoa y de encontrarlas también para que la posible liquidación del aluminio asturiano no se extienda al acero, al cinc, al cemento, a las plantas químicas...en aras de una revolución ecológica que, mal diseñada, nos conduciría al siguiente sinsentido descrito hace unos días por Jorge Sanz Oliva, coordinador de un informe de expertos para el Gobierno: "Nosotros nos quedaríamos sin el PIB y sin el empleo (nuevo problema local) mientras la industria se iría a Indonesia a producir tanto o más CO2 (el mismo problema global)".

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