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Tino Pertierra

Sólo será un minuto

Tino Pertierra

Tragones y doncellas

Mario: "Llegó como llegan siempre los avisos del destino: a traición y con cierta guasa. Me había quedado sin reservas de quinoa, mi nueva fórmula mágica para pensar que estoy haciendo las cosas bien con mi quebradiza salud, así que me animé y salí a la calle sin importarme que estuviera cayendo una tromba de agua. Desde que decidí dejar de ser un tragón y declarar la guerra a las calorías de más para recuperar el placer de mirar la báscula sin miedo hacía cosas extrañas a veces. Empapado, llegué a la tienda y en pocos minutos llené el carrito de productos que no necesitaba, aunque todos eran sanísimos según las etiquetas. Cuando fui a la estantería de la quinoa vi desconcertado que no quedaba. La sustituí por un paquete de chía y con mi botín me fui a una caja dejando huellas líquidas a mi paso. La cajera era nueva y mi aspecto puso un ligero temblor en su sonrisa de bienvenida. Con tarjeta, dije. La inserté en la ranura y me pidió el pin. Acerqué el dedo dispuesto a pulsar las teclas de forma automática. Pero mi mente estaba en blanco. Había pulsado cientos de veces esos números. Cuatro. Sólo cuatro. Miré a la cajera y sonreí. Ahora los nervios eran míos. Su placa de identificación ponía 'Sara'. Sara, como mi primera novia, la consumación de mis sueños juveniles en los que imaginaba doncellas rendidas a mis encantos con las que vivir tiempos felices y armoniosos. No me acuerdo del número, dije con voz casi inaudible, y Sara vio tanta angustia en mis ojos que se tranquilizó por compasión. Detrás de mí había ya media docena de personas esperando y mi corazón latía sin control. Tómese todo el tiempo que necesite, dijo Sara, y su dulzura me desarboló. Vamos, memoria, pensé, vuelve a mí. Recurrí a mi frase secreta: ojos magníficos de mosqueteros sin dedos. 2735. Premio. Tarjeta aceptada. Memoria restañada. Era el tercer susto de la semana. Sara me despidió con una sonrisa que me quitó 60 años de encima. Salí a la calle tan feliz que incluso la lluvia dejó de incordiarme y me permitió volver a casa. Aquella noche dormí como un recién nacido y soñé con doncellas secretas".

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