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Una opción contra la resignación

Emprender en Humanidades

Dice Emilio Lledó que "lo importante es crear libertad y capacidad de pensar". Esta brillante idea, que, en un primer momento, puede percibirse como escasamente práctica, podría resultar clave no ya en nuestro futuro, sino en nuestro ahora, como pudimos presenciar el pasado miércoles, 7 de noviembre, en una mesa redonda organizada por la Cátedra Caja Rural de Asturias-Capgemini de Emprendimiento en la Facultad de Filosofía y Letras, que no habría sido posible sin la estrecha colaboración con los responsables de la misma: su Decano, José Antonio Gómez Rodríguez, y su Vicedecana de Prácticas Externas y Relaciones con la Empresa, Estela González de Sande. De hecho, la magnífica labor de organización del acto es atribuible solo a ellos.

Fue una satisfacción contar, en un salón de actos repleto de estudiantes, con un público tan inquieto y motivado como aquel. De hecho, estas actitudes, que están siendo ya habituales desde la primera de las mesas, organizada en la Facultad de Biología el pasado mes de octubre, resultan muy gratificantes para esta Cátedra de Emprendimiento.

Gran parte del mérito es atribuible, sin lugar a dudas, a los ponentes invitados, los cuales, también sin excepción, han asumido esta tarea con ganas, con un enorme esfuerzo, con el deseo del trabajo bien hecho, que no es más que una clara manifestación de su carácter marcadamente emprendedor.

En esta charla participaron María Gómez Martín, en representación de Archistec; Laura Viñuela, de la empresa Espora; Tomás Ramón, en nombre de Geonalón, y Marta Magadán, como representante de Septem Ediciones. Después de reflexionar sobre lo discutido en aquel acto, creo que allí se han comentado algunas cuestiones de interés general, con lo cual me permito compartirlas con ustedes, pues de estas que acabamos de nombrar, así como de otras personas como ellas, depende, en buena medida, nuestro desarrollo como comunidad.

Es de destacar cómo, a pesar de lo variado de sus experiencias, estos emprendedores mostraron más acuerdos que desacuerdos. Marta Magadán nos contaba cómo su idea había surgido en un café, de lo que se derivó la creación de su web en 2000, tras lo cual decidieron lanzarse a emprender. María Gómez nos decía que la suya surgió en una estancia de investigación en los Estados Unidos. La idea de Tomás nace de sus clases en el Máster Universitario en Recursos Territoriales y Estrategias de Ordenación. Finalmente, la idea de Laura Viñuela surge por la percepción acumulada tras su formación de que los organismos públicos de igualdad no disponen de suficientes recursos humanos para desarrollar sus políticas, por lo que ahí es donde encontraron su nicho de mercado.

En este debate, los cuatro ponentes comenzaron valorando su percepción sobre cómo les había ayudado la formación recibida en la Universidad y su respuesta fue unánime: no es cierto que, al salir de la Facultad, tengamos mucho rodaje teórico, pero nada práctico. Es más, apostaban por la enorme relevancia de las competencias, ese término que se ha introducido desde hace unos años en todo debate sobre educación. No se trata de "aprender de memoria", como se decía antaño con orgullo, sino de aprender a ser más creativos, un rasgo que Marta Magadán, que no se formó en las aulas de Humanidades, ha percibido en los estudiantes de esta rama en los últimos años en sus colaboraciones con ellos, un rasgo, por otra parte, clave para un emprendedor, así como estrechamente vinculado a una alta dosis de pensamiento crítico, que también caracteriza a estos estudiantes. Otro de los elementos que los cuatro ponentes reconocían como ventajoso para convertirse en emprendedor es esa rara capacidad para sentirse cómodos con lo incómodo.

Evidentemente, no todo han sido luces en el camino de estos emprendedores: "no es como el pensamiento ilustrado, que implica empezar en un punto y, a partir de ahí, seguir siempre adelante", como señalaría Laura Viñuela, haciendo gala de esa capacidad de pensamiento lateral tan propia de los estudiantes de Humanidades.

De acuerdo con esta idea, estos emprendedores de éxito nos comentaron los obstáculos encontrados. La aceptación de no haber estado preparados inicialmente para los problemas del día a día, un aspecto en el que el acuerdo era unánime, incluida la aceptación de que la responsabilidad va a caer sobre uno mismo, lo cual impide apoltronarse. Se habló de algunas dificultades para vender, incluso las indecisiones acerca de las molestias que se pudiera provocar y la vergüenza que se siente, que también afecta a la idea de ganar dinero, sobre todo porque, en ese caso, la empresa quedaría transformada en un hobby caro. La gravedad de este problema es mayor aún entre las mujeres, que han sido socializadas para sacrificarse y no ser ambiciosas. Finalmente, se hacía referencia a la carencia de capacidad para gestionar el no adecuadamente.

La principal crítica a la institución que los había formado es la ausencia de una primera presentación acerca de lo que es montar una empresa durante la etapa formativa y, específicamente en el mundo de las Humanidades, la carencia de un Máster en Gestión Cultural.

Finalmente, todos aceptaron la positiva influencia de su entorno, que había creído en ellos inconscientemente, siendo, por lo tanto, clave para su posterior éxito, pues, sin lugar a dudas, quien no cree en sí mismo nunca logrará los resultados deseados.

Con esto, durante aquellas dos horas se llegó a un diagnóstico sobre los puntos fuertes y débiles que encuentran nuestros estudiantes de Humanidades cuando se plantean la posibilidad de afrontar el emprendimiento como salida profesional. Llegamos a la conclusión de que su capacidad de afrontar estas aventuras es producto, principalmente, de sus competencias, acumuladas, en gran medida, durante su etapa formativa, competencias como la creatividad, el pensamiento crítico, la capacidad para sentirse cómodos con lo incómodo, así como la fortaleza de su pensamiento lateral, solo por citar las más definitorias. Son todas ellas la clave para superar su, en ocasiones, escasa creencia en sí mismos, su desconocimiento de los problemas del día a día o su vergüenza a la hora de afrontar las ventas, entre otras dificultades.

Al final, llegó el momento de los consejos, entre los que cabría destacar la relevancia de la socialización, acudiendo a reuniones de emprendedores, así como de perder el miedo a aprender, tanto lo que no se sabe (por ejemplo, la gestión del día a día) como la compatibilización entre el aprendizaje de lo rutinario con los avances que se van produciendo y cuyo dominio es fundamental para el desarrollo de un emprendedor. Ante todo, no obstante, como dijera Laura Viñuela, hay que creer en uno mismo, de igual modo que ella se lo planteó al comienzo de su aventura: "yo quiero ser como Richard Barson".

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