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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El parque que no es parque

Los vecinos ya asumen el "solarón" como una zona verde de disfrute popular

Érase una vez una ciudad con un parque que no era un parque, a ciento cincuenta metros de la calle principal. Era un solar enorme, un solarón, donde iban a edificarse un montón de pisos para financiar, con las plusvalías de la operación, la construcción de una estación intermodal, palabreja de uso frecuente en esa ciudad que quiere decir una estación tres en uno: autobuses, trenes de cercanías y trenes de largo recorrido -si es que algún día el AVE llega a Gijón y no se trata de un grajo de mal agüero.

Era un proyecto de vacas gordas con escasa visión de futuro, pues iba a tener que desarrollarse en época de ganado más que flaco, paupérrimo. Y ocurrió lo que ocurrió, que se quedó en el cuento de la lechera de tanto ir el cántaro a la fuente. De manera que el "solarón", antes de convertirse en un estercolero, se adecentó, se segó la hierba, se saneó y, albricias, amaneció un día convertido en una zona verde, con sus banquitos, sus papeleras y sus perritos correteando detrás de un hueso, un palo o una pelota de goma. Incluso sirvió de escenario navideño a un tobogán helado.

No contentos los vecinos con inventarse un parque, celebraron allí sus fiestas patronales con una jira campestre; de manera que decenas de personas extendieron el mantel sobre la hierba y se agasajaron con un menú vegano. Ocurrirá que, como se siga demorando aún más la operación urbanística, los vecinos habrán integrado ese parque que no es parque en su catálogo de espacios de disfrute público y no habrá Dios que los eche de allí cuando lleguen las máquinas, si llegan algún día. Y se armará, otra vez, la de San Quintín.

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