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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Baldear la calle

Cuando se decreta el protocolo de contaminación en nivel preventivo, como ocurrió ayer en Oviedo y estuvo a punto de ocurrir en Gijón porque no llueve y soplan vientos, en este noviembre raro, de procedencia sahariana, no queda otra que baldear las calles. En Marqués de San Esteban, céntrica rúa de la villa gijonesa, operarios municipales baldean a primera hora de la mañana de cada domingo y cada sábado del año los restos habituales de otro tipo de contaminación, la etílica, que convierte cada madrugada del fin de semana el pavimento de la citada calle en un estercolero. Vasos y botellas rotas por el suelo, bolsas de plástico diseminadas, restos de orines y vomitonas...

Se trata de una insoportable suciedad que dice bien poco en favor de cierta juventud que campea por la zona de la movida gijonesa como el caballo de Atila, a sus anchas. Por donde pasa ni crece la hierba ni es posible meter en lustre el asfalto, a manguerazos. Una vergüenza contra la que nadie hace nada o bien poco.

Y si algún ciudadano osa reclamar, incluso con exquisita educación, hábitos cívicos a alguno de esos mozalbetes que parecen criados en las hordas de Gengis Khan, se puede encontrar con palabras gruesas o sonidos guturales ininteligibles, de tono orangután, efecto evidente de la monumental melopea. En la última madrugada, un chaval delgado y rubio de no más de 18 años, puso al aire, en mitad de la calzada, sus atributos viriles para miccionar sin pudor a la vista del respetable, que jaleaba desde la acera el alcance del chorro de tan peculiar manguera. Lo dicho: lamentable. Además de intolerable e indigno.

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